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EDITORIAL

La legitimidad de la Troika

Grecia, como cualquier individuo, empresa o país, debe pagar sus deudas. Más todavía cuando su principal problema es que sigue viviendo de prestado.

Hay varios principios que rigen las relaciones económicas, entre individuos, entre empresas o entre países. Uno de ellos es, sin duda, el de que las deudas han de pagarse. Este debe ser el principal prisma con el que se debe observar la crisis griega: Grecia, como cualquier individuo, empresa o país, debe pagar sus deudas. Más todavía cuando su principal problema es que sigue viviendo de prestado, es decir, sigue necesitando que le dejen dinero para poder afrontar sus gastos del día a día. Cumplir con los compromisos adquiridos es una norma de oro, especialmente cuando se quiere seguir disfrutando de la confianza de los demás.

Más allá de este principio esencial, hay otras razones que dan fuerza moral a la posición de la Troika o, si lo prefieren, de la Unión Europea. Y la principal es la legitimidad democrática que tienen aquellos gobernantes que, como los de Alemania o los de la propia España, tienen el mandato de sus votantes de defender sus intereses nacionales.

Porque se habla mucho del mandato que, a través del voto popular, ha obtenido el Gobierno de Syriza para romper los compromisos que habían adquirido sus predecesores, pero Merkel o Rajoy tienen la misma legitimidad para defender a sus empresas y a sus votantes, que han prestado miles de millones a Grecia a cambio, es necesario recordarlo, de que se comprometiese a cumplir determinados requisitos.

Se está tratando de vender la cuestión en unos términos completamente falaces: un enfrentamiento entre un mandato democrático legítimo y unos oscuros intereses de no se sabe muy bien qué o quién. Lo cierto es que, más allá de que para muchos lo que hace Syriza no es una defensa cabal de los intereses de sus votantes, de ser así éstos no serían más legítimos ni más democráticos que los que se le oponen.

No, no hay atajos ni derechos que se puedan anteponer a otros, ni votaciones más democráticas que otras. Hay, eso sí, Gobiernos más responsables y más irresponsables y, sobre todo, partidos que a la hora de ganar unas elecciones son capaces de prometer cualquier cosa, aun a sabiendas de que después no podrán cumplirlas.

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