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EDITORIAL

La perpetuación de ETA como actor político

El no querer ver la perpetuación de ETA como actor político en las siglas de Bildu, Sortu o Amaiur sólo obedece a una acomodaticia ceguera voluntaria.

La Policía francesa ha asestado un durísimo golpe al brazo armado del independentismo vasco con la detención de dos célebres etarras prófugos: David Pla e Iratxe Sorzabal. Estos fueron los dos encapuchados que leyeron el comunicado de "alto el fuego definitivo" de ETA en octubre de 2011 y los mismos que, junto a Josu Ternera, participaron poco después en Oslo en la denominada Comisión Internacional de Verificación del Alto Fuego en el Pais Vasco, que lideraba un tal Ram Manikkalingam. Tras su expulsión por el Gobierno noruego, en marzo de 2013, Ternera volvió a la localidad francesa de Durban sur Aziere, donde continuó viviendo plácidamente hasta julio de ese mismo año, cuando descubrió o le chivaron por fin lo iban, supuestamente, a detener.

En cuanto a Pla y Sorzabal, se especulaba que también estuvieran en Francia tras ser expulsados de Noruega, lo que ha venido a confirmar su detención en Saint-Éienne-de-Baigorry, localidad no muy alejada del que fuera durante tanto tiempo refugio de Ternera. De hecho, en la mañana del martes se especuló en un primer momento con que el veterano criminal podría contarse entre los detenidos.

Desgraciadamente, la sospechosa y persistente libertad del presunto inductor de la masacre de la casa cuartel de Zaragoza y uno de los principales interlocutores del Gobierno de Zapatero durante el mal llamado proceso de paz es uno de los hechos que empañan la excelente noticia que supone la detención de Pla y Sorzabal, lo que ha llevado a algunos representantes de asociaciones de víctimas a considerar que la impunidad del terrorista obedece a algo peor que la simple incompetencia.

No es la primera vez que se especula sobre la intocabilidad de Ternera. Lo que es un hecho es que, a diferencia de Pla y Sorzabal, que llegaron al mal llamado aparato militar provenientes del brazo político de la banda –la entonces Herri Batasuna–, Ternera ya era un peso pesado en los momentos de la negociación de los terroristas con el último Gobierno socialista. Ternera es memoria viva y protagonista de ese nauseabundo proceso de paz, el destinatario de los mensajes de Zapatero que, entre cafetito y cafetito, le hacía llegar el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren.

La no detención de Ternera no es lo único que empaña la excelente noticia de la captura de Pla y Sorzabal. También lo han hecho las lamentables declaraciones del ministro del Interior, que ha afirmado que hace "más difícil, si no imposible", la intención de ETA de "perpetuarse como un actor político". ETA ha querido perpetuarse como actor político prácticamente desde el mismo momento de su fundación. Para eso creó Herri Batasuna, para eso ha mantenido su brazo político cambiándolo de siglas hasta las actuales Bildu, Sortu o Amaiur. Por eso celebró, no sin motivo, el "haber ganado la batalla política e ideológica de la ilegalización" tras los buenos resultados de sus nuevas marcas electorales y haber quedado la Ley de Partidos y las sentencias del Tribunal Supremo en papel mojado.

Tras haber pedido tantas veces a ETA circenses declaraciones de disolución o no menos teatrales entregas de armas –peticiones que sólo reflejaban estupidez o maquilladas ofertas de impunidad–, bien está que el ministro del Interior asuma que la banda no va a emitir acta de su propia defunción. Sin embargo, el no querer ver la perpetuación de ETA como actor político en las siglas de Bildu, Sortu o Amaiur –cuyos representantes acaban de denigrar como propias de "desequilibrados y psicópatas" las detenciones de etarras– no obedece a otra cosa que a una indolente, acomodaticia e irresponsable ceguera voluntaria.

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