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EDITORIAL

((La Suiza del sur de Europa))

Pensar que Cataluña podría llegar a prosperar bajo el timón de los anticapitalistas no solo es de ingenuos, sino de necios

A lo largo de los últimos años, los independentistas han vendido a la opinión pública catalana las ventajas y virtudes de su hipotético proyecto de secesión bajo tres pilares absolutamente falaces y maniqueos, cuya esencia se resume en los manidos emblemas de "España nos roba", "Cataluña será la Suiza del sur de Europa" y "nos mantendremos dentro de la UE". La realidad, sin embargo, es muy diferente, tal y como coinciden analistas, expertos e inversores.

El sueño separatista se convertiría, sin duda, en una auténtica pesadilla para el conjunto de la población, ya que Cataluña no solo es hoy una autonomía insolvente, sino que, además, está en manos de una clase política profundamente corrupta y radicalizada, cuyo plan, en ningún caso, tendría cabida en el proyecto europeo, tal y como han advertido, una y otra vez, las instituciones comunitarias. El resultado, por tanto, acabaría en ruina.

Para empezar, la consecuencia más inmediata de la ruptura con el resto de España sería la salida de la UE y la desvinculación del Banco Central Europeo (BCE), cuyo respaldo es clave para el sistema bancario. Todo ello desataría un intensa fuga de capitales que, junto al lógico encarecimiento de sus exportaciones, sumiría a la economía catalana en una profunda crisis económica que, en última instancia, la conduciría fuera del euro. El abandono de la moneda única se traduciría en la implantación de un corralito financiero y en una sustancial depreciación de los ahorros y la riqueza, en general, de las familias, con el consiguiente empobrecimiento de la sociedad.

Asimismo, la instauración de aranceles y nuevas barreras al comercio, tanto con España como con el resto de Europa, golpearía de lleno las exportaciones catalanas, una de sus principales industrias, lo cual, sumado a la fuga de capitales, empresas e inversiones derivada de la salida de la UE, provocarían una aguda recesión y un fuerte aumento del paro. Las estimaciones al respecto son diversas, pero casi todos los análisis coinciden en que Cataluña podría perder entre un 20% y un 30% de su PIB como consecuencia del traumático proceso rupturista.

Capítulo aparte es la sostenibilidad financiera del soñado Estado catalán. En este sentido, cabe recordar que el Gobierno central tuvo que acudir al rescate de la Generalidad mediante el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) para evitar la quiebra de la región. El constante incumplimiento de los objetivos de déficit y su elevado nivel de deuda pública, el más alto de España en términos nominales, acabó minando la solvencia de sus cuentas públicas hasta tal punto que, hoy por hoy, la nota crediticia de Cataluña es de "bono basura". Es decir, sin el respaldo del Gobierno, la Generalidad no tendría capacidad para pagar sus deudas, facturas, sueldos de funcionarios, pensiones o prestaciones ni servicios básicos. Dado que su solvencia sería aún menor fuera de España y de la UE, las promesas de más gasto público serían, simplemente, una quimera.

Sin embargo, más allá de estas y otras evidencias objetivas, cabe recordar que Cataluña cuenta, además, con una de las clases políticas más radicales y escoradas a la izquierda de todo el panorama político nacional, con los antisistema de la CUP como pieza clave del "procés". Pensar que Cataluña podría llegar a prosperar bajo el timón de los anticapitalistas no solo es de ingenuos, sino de necios. La culminación del proyecto secesionista, por tanto, traería consigo el aislacionismo político y la ruina económica al conjunto de los catalanes, aunque beneficiaría, y mucho, a sus instigadores, gracias a la impunidad de la que gozarían bajo su particular régimen independentista.

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