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EDITORIAL

La verdad, en tregua

El PP necesita explicar a los ciudadanos que este comunicado sólo ha cambiado una cosa: que ETA no va a asesinar mañana. Sin embargo, mientras no se cumplan sus exigencias de siempre, nada garantiza que no vaya a volver a hacerlo pasado mañana.

La necesidad de ganar "como sea" llevó a Alfredo Pérez Rubalcaba a pronunciar aquello de "los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta". Si no fuera porque el aplastante dominio mediático del que disfruta la izquierda, aquellas palabras ya le habrían pasado factura. Y no hablamos de la mentira clara y evidente que esta semana ha proferido el portavoz socialista sobre la muerte de más de mil inmigrantes ilegales, muchos de los cuales seguramente se jugaron la vida por el "efecto llamada" de la regularización extraordinaria de Caldera. Ni siquiera de Moraleda y sus documentos traspapelados. No, la mentira a la que nos referimos es aquella que ayer la televisión autonómica vasca ya adelantaba, y hoy el "BOE ilustrado" ha confirmado. Mientras lo negaba enérgicamente, el Gobierno negoció con ETA.

La evidencia estaba ahí para quien no llevara una venda delante de los ojos. El Gobierno no ha dejado de pagar a ETA: rompió el Pacto Antiterrorista, se negó a pedir al Supremo la ilegalización del PCTV, no impidió los actos de una Batasuna ilegalizada como parte de ETA que es, impulsó un acuerdo en el Congreso para iniciar un diálogo con las pistolas humeantes, cesó a Fungairiño, se alineó con las tesis de los abogados de Troitiño y otros presos sanguinarios y, estos días, se negó a pedir penas de prisión a los organizadores de la "huelga" etarra. Demasiadas cesiones para no estar ya en conversaciones. El precio a pagar a partir de aquí sólo se puede temer.

Pese a que Zapatero estaba "completamente de acuerdo con el presidente Putin en que con los terroristas no se pueden entablar negociaciones" y que sugerir que ya lo estaba haciendo era realizar "comentarios que no son responsables" porque no había "en absoluto" ningún mecanismo de negociación con ETA, lo cierto es que el Gobierno que preside ha pactado con los criminales. "Mientras no haya un anuncio definitivo del cese de la violencia por parte de la banda terrorista, ni el Gobierno está hablando con ETA ni ha autorizado contacto alguno con la banda", aseguraba hace un mes la vicepresidenta. El ministro de Justicia calificaba de "insidia" afirmar que existía esa negociación secreta, una negociación que el inefable Pepe Blanco aseguraba no conocer y que, en todo caso, no había sido autorizada por su partido.

Sin duda, los cálculos de Ferraz les han convencido de que destapar tantos meses de mentiras les puede beneficiar electoralmente. En el País Vasco, Patxi Nadie puede recoger los votos de los nacionalistas más desencantados, esos que considerarán que el PSE "se ha arriesgado" mientras el PNV sesteaba en el poder. Pero para que al PSOE le convenga electoralmente la mentira a nivel nacional necesita que los ciudadanos se crean que el comunicado de ETA significa su fin. El PP necesita explicar a los ciudadanos que este comunicado sólo ha cambiado una cosa: que ETA no va a asesinar mañana. Sin embargo, mientras no se cumplan sus exigencias de siempre, nada garantiza que no vaya a volver a hacerlo pasado mañana. Cuando un jefe militar, sobre el terreno, ordena un "alto el fuego", las tropas dejan de disparar, pero mantienen las armas en posición para continuar en cuanto reciban la orden pertinente. Es, ciertamente, una pausa, pero nada más, por mucho que la vergonzosa campaña mediática en marcha –con retransmisión de campanadas por TVE incluida– afirme lo contrario.

Ahora mismo, el Gobierno necesita de un Partido Popular dócil, que se crea las mentiras que ya tiene preparadas para convencer a un Rajoy desganado de la conveniencia de sumarse al carro de la rendición. Porque quienes han mentido tanto y tan convincentemente durante tanto tiempo, lo seguirán haciendo, como lo han hecho con seguridad en otros muchos asuntos. Y es que si Rubalcaba conociera el significado de la honestidad, habría de reconocer que, con aquella famosa frase, no se refería a un gobierno del PSOE, después de todo.

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