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EDITORIAL

Las esperanzas que siega y hace crecer ZP

No contento con ofender la memoria, la dignidad y el derecho a la justicia de las víctimas, Peces Barba pretende ofender, también y hasta última hora, su inteligencia y su más elemental sentido común.

Horas antes de que ETA mostrara en forma de bomba en Navarra, la clase de "paz" que está dispuesta a pactar con el Gobierno, el Alto Comisionado para las Víctimas, Gregorio Peces-Barba, y el propio Zapatero daban una buena muestra de hasta qué punto está justificado el rechazo y la desconfianza de las víctimas y de la mayoría de los españoles ante la política "antiterrorista" emprendida por el gobierno del 14-M y sus socios separatistas.

El Alto Comisionado para las Víctimas ha tratado ahora de tranquilizarlas asegurando que no habrá "paz por presos" y que, sin un previo cese de "hostilidades" por parte de ETA, "no habrá negociación".

Si los presos y su impunidad no van a ser moneda de cambio, ¿por qué Peces Barba  dijo a las víctimas que sí lo serían? ¿Por qué dijo Zapatero a Savater que sí lo serían? ¿Por qué dijeron "fuentes socialistas" a El País que sí lo serían? ¿Por qué dice, entonces, Peces Barba que sí habrá negociación si se produce ese cese de "hostilidades"? Si no se va a negociar medidas penitenciarias, y tampoco se va a negociar otras medidas políticas, ¿de qué se va a negociar, entonces? No contento con ofender la memoria, la dignidad y el derecho a la justicia de las víctimas, Peces Barba pretende ofender, también y hasta última hora, su inteligencia y su más elemental sentido común.

Váyase ya, Peces Barba. No espere a septiembre. Váyase de una vez con su desprestigio a cuestas, y contribuya con él, desde la Carlos III, al de la Universidad española. Pero hágalo ya. Hay rumores infundados que vinculan su marcha con discrepancias con Zapatero, quien no habría tolerado que no compartiese su optimismo ante "el inicio del principio del fin de la violencia". La única verdad que usted ha dicho al reconocer públicamente la actitud envalentonada y desafiante que muestran los terroristas, no le hace, por ello, merecedor de seguir en un cargo en el que no ha hecho más que tratar de neutralizar y dividir a las víctimas.

En cuanto a Zapatero, máximo responsable del envilecimiento y la inmoralidad política que padece nuestro país, baste señalar las patéticas explicaciones de "agenda" que la vicepresidenta ha tenido que improvisar para justificar la ausencia del presidente del Gobierno en el Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo celebrado en Valencia. Eso, por no hablar de las propias declaraciones de Zapatero en el homenaje a la víctima de ETA, el jurista y presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente, donde el presidente también ha vuelto a suprimir de su vocabulario la palabra "justicia" para remplazarla por la palabra "paz".

Errores de dicción aparte, ha dicho Zapatero que "el terror ha segado muchas vidas, pero no podemos segar la esperanza del fin de la violencia". Nadie ha segado más esperanzas de derrotar al terrorismo que Zapatero, una vez que decidió aliarse con los separatistas y romper el pacto antiterrorista y por las libertades que le unía al PP. La "esperanza" que ha segado ZP es el de la mayoría de las víctimas, aquellas que no sufren el síndrome de Estocolmo y que no están dispuestos a envilecer la palabra "paz" confundiéndola con un proceso de negociación con los terroristas incompatible con la observancia del Estado de Derecho.

Las esperanzas que han retomado fuerza con la política de ZP, son las de los terroristas. Y estos no la ocultan sino que cada vez se muestran más envalentonados y confiados, incluso hasta cuando tienen que acercarse a un Tribunal de Justicia.

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