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EDITORIAL

Las ikastolas de Arafat

En las ikastolas dirigidas por proetarras y subvencionadas por el Gobierno vasco se reescribe la Historia, se explica la Geografía en mapas imaginarios y se enseña a odiar y a denigrar a España, a los españoles y a su cultura. Y en no pocas ocasiones, también sirven para formar y reclutar terroristas. Esto, lejos de ser una exageración, es una realidad constatada por políticos, intelectuales y periodistas independientes, de dentro y de fuera del País Vasco; de dentro y de fuera de España. Tanto es así que el Consejo de Europa alertó el pasado julio de que "la transmisión de la cultura y del conocimiento a partir de una concepción legítima de las posiciones nacionalistas, pero hecha desafortunadamente según una opción de exclusión y agresiva contra los no nacionalistas, roza en ocasiones con posiciones racistas y xenófobas", señalando también que "una parte importante de la población no nacionalista" en el País Vasco es "objeto de exclusión social, amenazas y violencia, que en algunos casos se cobran víctimas mortales".
 
Pero en las escuelas de la Autoridad Nacional Palestina ocurre algo todavía más grave. Según el Instituto de Investigación sobre los Medios de Oriente Próximo, los últimos libros de texto elaborados por la ANP inculcan a los escolares palestinos la "necesidad" de la "guerra santa" y del "martirio" para "defender la religión" y "expulsar a los imperialistas", que explotan a los países islámicos y los pervierten al criticar las leyes de repudio y de poligamia o al calificar de inhumanos los castigos –flagelaciones, mutilaciones, ejecuciones públicas– previstos en la ley islámica. Según rezan los libros de texto de las "ikastolas" de Arafat, la yihad o "guerra santa" es una obligación moral de todos los creyentes, quienes deben acudir a ella cuando un gobernante musulmán la convoca. Asimismo, los creyentes también tienen la obligación de aportar dinero para equipar con armas, suministros, campos de entrenamiento, barcos y aviones y "cualquier otra cosa que necesiten quienes organizan la yihad para derrotar al enemigo, para glorificar el nombre de Alá y para fortalecer la fe". Pues, según dicen los libros de texto que deben estudiar los alumnos palestinos, "La nación islámica tiene hoy la urgente necesidad de resucitar el espíritu de la yihad en sus hijos, empleando todas las formas de lucha y concentrando sus recursos en fortalecer la fe en la religión de Alá y en obligar a sus enemigos a rendirse". No hay mejor recompensa que "la bendición del martirio" cuando "el enemigo ocupa tierras musulmanas, saquea sus recursos, vierte la sangre de sus habitantes y pisotea su honor".
 
Sin embargo, la Unión Europea, incluida España, no ha cesado de subvencionar las escuelas de Arafat, donde se lava el cerebro a los terroristas suicidas sedientos de sangre judía y hambrientos de la "gloria" de Alá. Y al igual que ocurre con las ikastolas en el País Vasco, donde los distintos gobiernos jamás se han atrevido a ejercer las competencias de inspección educativa que la Constitución reconoce al Estado, los burócratas europeos miran hacia otro lado, limitándose a entregar a Arafat el dinero de los contribuyentes y a seguir dándole coartadas diplomáticas frente al gobierno democrático de Israel. Todo ello aun a pesar de que hace ya demasiado tiempo –como hemos repetido en muchas ocasiones– que Arafat no es parte de la solución, sino el principal obstáculo en el camino hacia la paz en Oriente Medio. Y aun a pesar de su implicación directa en las actividades de los terroristas, pues ha demostrado reiteradamente que no quiere la paz, sino la expulsión de los judíos al mar.
 
Un dirigente político que educa a sus ciudadanos en el odio y en la glorificación de la guerra y de la muerte no puede ser jamás parte de ninguna solución pacífica. Pero la prensa "progresista" –y no tan progresista–, así como los burócratas europeos –que en esto, por desgracia, sí que representan a una buena parte de los ciudadanos de Europa, que sufre, diga lo que diga Ana Palacio, un claro brote de antisemitismo– se obstinan en una imposible equidistancia entre un terrorista como Arafat y un gobernante democrático como Sharon, cuya primera obligación es proteger la vida y garantizar la seguridad de sus ciudadanos. No es extraño que Sharon sea tan reticente a recibir a los representantes de la diplomacia europea. Aquí en España tampoco recibiríamos a quien pretenda "mediar" en el "conflicto vasco" entrevistándose primero con el jefe de los terroristas y después con José María Aznar, tratándolos como si ambos representaran cosas semejantes o tuvieran el mismo rango y derecho a ser oídos.
 
Porque, además de ser un terrorista, Arafat tampoco es un gobernante democrático por mucho que haya habido unas elecciones en la ANP: ¿Dónde está la oposición de Arafat? ¿Qué ha sido de quienes han intentado contradecirle? En definitiva, ¿por qué un discurso para ETA-Batasuna y la guerra contra el terrorismo, y otro para Arafat, cuando este último –incluidas sus "ikastolas"– es todavía peor que sus homólogos vascos?

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