Menú
EDITORIAL

Las verdades de Cascos

En lugar de analizar con seriedad las causas de la derrota y cuál es la mejor opción para no fracasar en la próxima convocatoria electoral, Rajoy parece haber optado directamente por la solución. Ante esta situación, es más necesario que nunca el debate.

Álvarez-Cascos ha reaparecido para conceder una entrevista en la que ha querido dejar claras varias cosas. Hay que recordar que no estamos ante alguien que opte a ningún cargo ni a formar parte de ningún equipo, pero que fue, como secretario general del PP, el encargado de construirlo como tal partido según las instrucciones de Aznar, aunando tanto las viejas siglas que formaron parte de Coalición Popular como muchos pequeños partidos regionales que fueron desapareciendo poco a poco o integrándose en el PP.

Es debido a ese pasado de Álvarez-Cascos por el que cobran especial significado sus declaraciones, sobre todo las referidas a las diferencias entre el PP y el PSOE. Cuando recuerda que, al contrario que los socialistas, los populares nunca fueron un partido de barones sino de militantes y compromisarios, está indicando a varios dirigentes regionales que no son ellos quienes deciden qué han de votar los compromisarios de su comunidad autónoma. Ni "Cataluña" ni "Andalucía" pueden, pues, apoyar a Rajoy o dejar de hacerlo. Lo harán los respectivos jefes del partido, pero estos no deben decidir quién lo dirige. Han de hacerlo los militantes en un congreso lo más abierto posible, y en el que los candidatos representen distintas maneras de ver la labor de oposición y de futuro gobierno.

Precisamente por eso sobra la declaración de Camps de que "todos estamos con Rajoy"; primero porque no es cierta y segundo porque la obligación de los populares en el congreso de junio es precisamente decidir quién debe dirigir el partido y sobre todo qué vía debe seguir éste, no decir amén a todo lo que diga su actual presidente. De hecho, las turbulencias que ha desatado dentro del PP el discurso de Esperanza Aguirre, que expresaba la línea que en su opinión debía seguir el partido y no afirmaba nada sobre la persona que debe dirigirlo, dejan claro que Rajoy ha perdido el control del partido. Puede que en junio lo recupere, pero ahora mismo sus decisiones, sus declaraciones y su pésimo uso de los tiempos han llevado a casi todos a preguntarse si no será un líder tremendamente inadecuado para el partido en esta segunda legislatura de Zapatero.

Finalmente, su recordatorio de que hay que "llamar derrotas a las derrotas y victorias a las victorias" contiene una advertencia clara: Rajoy aún no parece haberse aclarado si ha ganado o perdido. De cara a su partido, ha ganado espléndidamente, tanto que se permite decir que los errores cometidos no han sido suyos sino de otros que "no han trabajado" y que para evitarlo creará "su propio equipo", con personas de segunda línea, por lo que se ve. En cambio, en el debate de investidura se ha portado como perdedor dispuesto a someterse a lo que Zapatero tenga a bien ofrecerle, sea lo que sea. No parece de recibo semejante esquizofrenia.

El PP no ha estudiado qué ha pasado en las últimas elecciones y, fuera de Arriola, que dirá lo mismo de siempre, no parece que haya encargado a nadie hacerlo. Es curioso, hace unos días los expertos de cabecera del PSOE organizaron una jornada en la que analizaron los resultados electorales, desmontando mitos como que a la izquierda le viene bien una participación más alta. Nadie espera que en el PP se haga lo propio. Pero en lugar de analizar con seriedad las causas de la derrota y cuál es la mejor opción para no fracasar en la próxima convocatoria electoral, Rajoy parece haber optado directamente por la solución. Ante esta situación, es más necesario que nunca el debate. Es de agradecer que personas del peso de Álvarez-Cascos lo dejan tan claro.

En España

    0
    comentarios