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EDITORIAL

Lo mejor de 2015 puede ser 2016

Es difícil, requerirá sacrificios y valentía, pero no es imposible, y con esa esperanza cabe adentrarse en 2016, que ojalá sea el mejor fruto de 2015.

El año que termina ha sido malo en lo político para España. En otras facetas, como la economía, ha sido más positivo: con no pocos problemas y bastantes debilidades, la recuperación ha ido afianzándose y llegando a más y más hogares, no con la intensidad con la que a todos nos gustaría y que habría sido posible con un Gobierno que de verdad hubiese afrontado las reformas que el país necesita, pero aún así la mejora es innegable.

Paradójicamente, según la economía ha ido mejorando la situación política se ha ido deteriorando, lo que ha tenido por consecuencia el resultado electoral del 20-D, que deja a España en un escenario de incertidumbre en el que lo único seguro parece el avance de los enemigos de la libertad.

Una nueva paradoja se puede encontrar en el hecho de que los principales responsables del avance conjunto de los liberticidas sean aquellos que tendrían que militar radicalmente en el campo contrario, empezando por un Gobierno y un PP que han desertado de dar cualquier batalla por las ideas y los principios, entregados a un tacticismo electoral que ha resultado, tal y como habíamos augurado desde Libertad Digital y esRadio, un rotundo fracaso: Rajoy tiene imposible configurar un Gobierno mínimamente estable, después de sus llamadas a la estabilidad y, sobre todo, de haber agitado todos los fantasmas del voto del miedo.

De hecho, aunque estamos ante un proceso que viene de mucho más atrás, este año será recordado como aquel en el que Rajoy demolió el centroderecha español, que ha pasado de disfrutar de un poder prácticamente absoluto, con el Gobierno central y la mayoría de las autonomías y de los principales ayuntamientos en sus manos, a estar entre las cuerdas y necesitado de ayudas externas para seguir políticamente vivo.

Pese a ello, y con su supervivencia política como único argumento –nunca se vio tanto apego al poder... para hacer un uso tan inane del mismo–, no parece que Rajoy tenga intención de rectificar y, mucho más grave, tampoco parece que su partido tenga la pretensión de obligarle a hacerlo, una pasividad cobarde y cómplice que hace a todos los populares corresponsables y culpables del desastre que se cierne sobre su propio partido y el propio centroderecha nacional.

Como tampoco parecen tener mucha intención de rectificar unos medios de comunicación que son tremendamente responsables del ascenso del populismo de la peor especie. Unos medios –especialmente los audovisuales– dominados por la extrema izquierda y que, con la excusa de la audiencia de hoy, se afanan en construir lo que mañana les destruirá. No podrán decir que no estaban avisados: hasta los líderes populistas a los que endiosan han dicho lo que piensan de la existencia de medios de comunicación privados.

Con este panorama cerramos 2015 y abrimos un 2016 que puede ser tremendo. España puede verse abocada a un Gobierno en manos de la izquierda desnortada, la ultraizquierda y el nacionalismo antiespañol; o a un Rajoy en minoría y sólo preocupado por Rajoy; o a unas nuevas elecciones en las que será difícil que cambie la aritmética de los grandes bloques en los que se divide el Parlamento. Es difícil pensar que la situación pueda cambiar a mejor.

Hay, no obstante, oportunidades para ello. Oportunidades que pasan por el patriotismo y la altura de miras de PP, PSOE y Ciudadanos, si es que apuestan por España y la Libertad. Es difícil, requerirá sacrificios y valentía, pero no es imposible, y con esa esperanza cabe adentrarse en 2016, que ojalá sea el mejor fruto de 2015.

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