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EDITORIAL

Lo que no admite reflexión

España afronta este domingo unas elecciones generales históricas, además de cruciales para el devenir del país a corto y medio plazo, tras la aparición de dos nuevas fuerzas políticas a nivel nacional cuya irrupción ha hecho tambalear el tradicional bipartidismo que han protagonizado PP y PSOE en las últimas décadas. Sin embargo, si bien es cierto que hay ideas políticas más o menos discutibles y más o menos defendibles, existen ideologías cuya naturaleza destructiva resulta, simplemente, irrefutable y, por tanto, no admite reflexión racional posible acerca de su rechazo, repudio y más absoluta condena. Europa y buena parte del mundo fueron asoladas por el germen del totalitarismo durante gran parte del siglo XX, pero sus vestigios, por desgracia, aún siguen presentes en la actualidad bajo emblemas y símbolos de nuevo cuño.

Aunque los comunistas de ayer se autoproclaman "demócratas" hoy, su arcaico modelo político y económico sigue indemne, maquillado con nombres de lo más diverso, como "Socialismo del siglo XXI", y representado por fuerzas políticas dispares, como Syriza en Grecia o Podemos en España, pero cuyos frutos siempre acaban traduciéndose en miseria y represión. La experiencia griega, con Alexis Tsipras a la cabeza, demostró a lo largo del presente año que el programa original que defiende este grupo de iluminados es, por suerte, irrealizable en el seno de la zona euro. No en vano, las promesas de acabar con la austeridad y el rescate europeo durante el primer gobierno de Syriza se tradujeron en un corralito bancario y en una recesión inédita, dejando al país heleno al borde mismo de la salida del euro y de la UE. La rectificación posterior de Tsipras evitó el dramático colapso final, teniendo que aceptar un tercer rescate con condiciones mucho más duras que el anterior. Como consecuencia de tan fatídico experimento, los griegos están hoy peor que antes de la llegada de Tsipras al poder, si bien su permanencia en el euro y las impopulares condiciones impuestas por el resto de socios europeos les garantiza cierta esperanza de cara al futuro.

Mucho más grave, sin duda, es el constante y gradual deterioro institucional, económico y social que han sufrido los argentinos tras cerca de 60 años de aberrante peronismo. No en vano, hasta la Primera Guerra Mundial, la renta per cápita de Argentina era similar a la de EEUU, llegando a acumular el 50% del PIB de toda América Latina y con un sueldo medio en Buenos Aires hasta un 80% superior al de París y similar al de Nueva York. Sin embargo, la llegada del "justicialismo" de la mano de Perón truncó esa ambicionada senda de desarrollo y prosperidad a partir de la segunda mitad del siglo pasado.

Lo mismo sucedió en Venezuela, que pasó de codearse en PIB per cápita con EEUU a mediados de los años 50 a ser hoy una de las economías más depauperadas de todo el continente americano. Y ello, sin contar que es uno de los países más corruptos e inseguros del mundo, además de sufrir el impacto de la hiperinflación, la escasez de productos básicos y una creciente represión política, cuyo desenlace final bien podría acabar en un golpe de estado para instaurar formalmente una dictadura que, en la práctica, viene ejerciendo el poder desde la elección de Hugo Chávez.

El común denominador de éstas y otras trágicas experiencias a lo largo de la historia siempre es el mismo: la aplicación de una ideología contraria a la propiedad privada y al desarrollo de las libertades y derechos fundamentales del individuo. Podemos es tan sólo la versión española del comunismo de antaño o el bolivarianismo de hoy. Su éxito político dependerá de su capacidad para cautivar a los españoles mediante engaños, mentiras y la más deleznable de las demagogias. Tal y como en su día explicaba el propio Pablo Iglesias antes de dar el salto a la política: "Los comunistas tienen la obligación de ganar. Un comunista que pierde es un mal comunista. Y Lenin no dijo en 1917 comunismo, sino paz y paz. Y eso le sirvió para agregar una cosa enorme en un contexto muy preciso". Confiemos en que la historia no se repita, puesto que hay historias que nunca deberían repetirse.

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