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EDITORIAL

Los cayucos acuden a la llamada de Caldera

El paseo de una decena de diplomáticos a las órdenes de Moratinos tan sólo será un maquillaje a la imagen de ineptitud e inactividad del Gobierno ante los resultados inevitables de sus políticas de "puertas abiertas" y "papeles para todos".

Henry Hazzlit enseñaba que las medidas adoptadas por los gobiernos no debían ser estudiadas por sus efectos inmediatos y visibles a corto plazo, sino por aquellos que se dilatan más en el tiempo y que, generalmente, suelen ser más importantes. Buena parte de los políticos, en cambio, no atienden ni muestran más que los primeros. Así lo hizo Caldera al publicitar la regularización extraordinaria de inmigrantes del Gobierno Zapatero. Negando el "efecto llamada" que iba a crear, Caldera se limitó a enumerar los beneficios que la regularización traería para los inmigrantes que ya habían entrado ilegalmente en nuestras fronteras.

La avalancha de cayucos y la existencia de naves nodriza prueban que las mafias que trafican con los sueños y el futuro de los africanos han encontrado en las medidas de Zapatero estímulo suficiente como para invertir en métodos mucho más sofisticados. Y es que resulta difícil no pensar que, mientras la demagogia de calificar de "racistas" y "xenófobos" a quienes intentan introducir algo de racionalidad en el debate siga dominando la política de inmigración española, la permisividad con quienes entran sin permiso en nuestro país no dejará de aumentar. Una demagogia a la que Coalición Canaria, ahora tan quejosa, no hizo sino aportar su granito de arena apoyando la irresponsable Ley de Extranjería del año 2000 y la regularización extraordinaria de Caldera.

Zapatero y Caldera desoyeron entonces las protestas que se lanzaron desde el corazón de Europa, donde le acusaron de haber creado "un precedente inflamable para toda Europa". Y es que la apertura de fronteras entre los estados de la Unión provoca que parte de los inmigrantes que entran en España acabe asentándose en otros países, de modo que el efecto llamada provocado por un solo Gobierno irresponsable afecta a todos los demás.

La propia Unión Europea, no obstante, tampoco está libre de toda culpa. La enorme diferencia de prosperidad entre las democracias liberales europeas y los regímenes dictatoriales africanos supone en sí misma un efecto llamada que la política de la UE no hace sino aumentar. Las restricciones a la importación de los pocos productos que África puede ofrecernos en la actualidad y la llamada ayuda al desarrollo, que básicamente consiste en un premio al ocupante del poder mayor cuanto más pobres sean sus súbditos, son métodos muy eficaces de mantener a los africanos en la mayor miseria el mayor tiempo posible, pobreza para la que la llamada de Europa puede parecer el único remedio. Las medidas de control de la inmigración pueden aliviar un problema que sólo con el desarrollo del continente africano podría dejar de serlo algún día.

Lo que difícilmente solucionará nada es el paseo de una decena de diplomáticos a las órdenes de Moratinos. Tan sólo será un maquillaje a la imagen de ineptitud e inactividad del Gobierno ante los resultados inevitables de sus políticas de "puertas abiertas" y "papeles para todos".

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