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EDITORIAL

Los pactos contra natura no dependen del ranking

Mariano Rajoy ha decidido entrar formalmente en precampaña electoral haciendo referencia a la promesa de José Luis Rodríguez Zapatero de no pactar con otros partidos para formar gobierno a menos que el PSOE sea la lista más votada. El candidato del PP ha señalado con acierto la nula credibilidad de este anuncio cuando los socialistas no lo están cumpliendo en estos mismos momentos en la Comunidad Autónoma de Cantabria y en nueve grandes ciudades donde gobiernan sin que el PSOE haya sido el partido más votado. Eso, por no hablar de la multitud de pequeños municipios en toda España en los que el PSOE impide al PP gobernar, a pesar de ser la de este último la lista más votada.
 
Desde el PSOE, Jesús Caldera se ha limitado a responder con un simple rechazo a comparar "situaciones que no pueden ser equiparables", pobre argumentación ad hoc que haría presentable cualquier tipo de incoherencia. Conviene recordar, por otra parte, que fue el propio Zapatero el que "equiparaba las situaciones" cuando hace meses señaló que el gobierno de la Comunidad de Madrid, que el PSOE pretendía arrebatar al PP con un pacto con IU, constituiría la "antesala" y el "escaparate" del futuro gobierno nacional que él presidiría.
 
Aunque resulta tentador señalar la nula credibilidad de este patético anuncio de Zapatero –necesario, incluso, viendo la no menos increíble aceptación que ha tenido en medios ajenos a Prisa–, hay que señalar que la réplica fundamental no debe consistir en si Zapatero cumpliría o no su palabra, sino en advertir que, aun haciéndolo, el candidato socialista sigue sin cubrir con ella su flanco más débil, como es su disponibilidad a llegar a pactos con formaciones independentistas. La deriva del PSOE y el peligro que ello supone para la cohesión y unidad de España no la han provocado los socialistas por el hecho de formar mayorías sin ser el partido más votado, sino por la naturaleza de sus socios de gobierno.
 
Si el anuncio de Zapatero ha sido patético, lo que ha resultado completamente surrealista es ver a los medios de comunicación y a los partidos políticos enfrascados exclusivamente en una cuestión de credibilidad que no afronta la cuestión de fondo de con quién se pacta. Para un partido nacional, un pacto de gobierno con los independentistas –ya sean vascos, catalanes o gallegos– es una peligro para España, con independencia de si ese partido nacional es el primero o el segundo más votado.
 
No recordamos –ni es relevante para enjuiciarlo– si en los municipios navarros en donde el PSOE pactó con una formación próxima a la ilegalizada Batasuna, los socialistas fueron o no la lista más votada. Fue la naturaleza del pacto, no la posición en el ranking del que lo firmaba, el que encendió las luces de alarma.
 
Prueba de todo ello es que la más reciente y señalada deriva de los socialistas lo constituye el pacto de gobierno con los independentistas catalanes. ¿Acaso la crítica del PP a este pacto se basa en recordar que CiU obtuvo más escaños que el PSC? ¿Debemos ser acaso más indulgentes con él si recordamos, por el contrario, que fue la candidatura de Maragall la que obtuvo mayor número de votos?

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