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EDITORIAL

Los titiriteros, de manifa

Una cosa es que uno pueda estar de acuerdo con una pancarta, y otra muy distinta caminar junto a los que te insultan mientras te roban la cartera.

Una tradición no escrita en nuestra democracia, desgraciadamente labrada en la costumbre, es que las manifestaciones de condena tras los atentados de ETA las convoca el Gobierno, pactando los lemas y el manifiesto. Zapatero no ha querido hacerlo, empleando a un subalterno, la UGT, para organizar una marcha de apoyo a su persona y su proceso de rendición al más puro estilo de ciertos regímenes bananeros. La manifestación no ha sido pensada como una condena a los etarras, con los que dialogan. Resulta también difícil de creer que, después de intentar negarles un responso y reducir a un secretario de Estado su presencia en los funerales, acudan a la plaza de Colón a expresar su apoyo a los asesinados. Tanto la génesis como el proceso que ha seguido desde entonces demuestran, más allá de toda duda, que lo que va a tener lugar es una protesta contra la oposición.

Y es que, si algo ha quedado meridianamente claro durante los últimos años en nuestro país es que una manifestación a la que se adhieren con entusiasmo los subvencionados progres de nuestro cine no puede ser jamás una manifestación unitaria a la que puedan acudir todos los ciudadanos españoles. Cuando la derecha más ingenua acudió a una de ellas, la del "No a la guerra", y vio en qué convirtieron su apoyo, se desengañó lo suficiente como para no volver jamás a hacer acto de presencia en ninguna otra. Es normal. Una cosa es que uno pueda estar de acuerdo con una pancarta, y otra muy distinta caminar junto a los que te insultan mientras te roban la cartera.

José Sacristán ha acusado de "miserabilísimo" al PP, lo que puede darnos una idea de su enorme talla como intelectual. Federico Luppi ha propuesto que se cree un "cordón sanitario" para aislar a la derecha, suponemos que en recuerdo de los hospitales psiquiátricos donde la tiranía soviética enviaba a los disidentes. Una manera como otra cualquiera de pedirle a la derecha que acuda a una manifestación "unitaria". Por si quedaba alguna duda sobre el sesgo de la marcha que, con un lema u otro, transcurrirá este sábado por el centro de Madrid. Sería, no obstante, un error vincular sus palabras con la generosísima Ley del Cine que les ha preparado Carmen Calvo. Salen del corazón. Otra cosa es que, si la ministra no hubiera sido suficientemente generosa con ese dinero que "no es de nadie", quizá no la hubieran expresado en público ni hubieran acudido mañana a seguir enajenándose el apoyo de un público al que no necesitan, teniendo la ubre del Estado.

Sólo falta que el manifiesto lo lea Rosa Regàs, el mismo Federico Luppi o Maruja Torres, es decir, personas que se han comprometido públicamente con el sectarismo más abyecto. Quien sabe si volverán a glosar la "experiencia democrática venezolana" como hicieron antaño, ahora que Chávez ya está cerrando cadenas de televisión desafectas y preparando el asalto final a la libertad de sus súbditos. Ganas de hacerlo aquí no parece que les falten.

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