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EDITORIAL

Maragall se quiere independizar

Está visto que el desbarajuste ideológico y programático del PSOE que vino a eclipsar la masacre del 11-M y inesperada victoria socialista del 14-M, no ha tardado nada en volver a aflorar una vez celebrada la llegada al Gobierno.
 
Ya hemos dado buena cuenta de las muchas contradicciones que en el área económica han incurrido los ministros del PSOE en el poco tiempo que llevan en ejercicio. Con ser serias, nada comparables a las contradicciones que ha vuelto a protagonizar Maragall al salir en defensa del “fondo” del Plan Ibarretxe mientras Zapatero se dedicaba a entregar al eje-francoalemán lo alcanzado por España en el Pacto de Niza.
 
Ha tenido que ser la vicepresidenta Teresa de la Vega la que lidiara este sábado con las declaraciones del presidente catalán, afirmando que el Plan Ibarretxe "no es asumible ni por el fondo ni por el procedimiento, es una opinión de este gobierno y del partido socialista".
 
Lo cierto es que Maragall no se ha achantado y ha contraatacado proponiendo que el PSC tenga un grupo propio en el Congreso al margen del PSOE. Aunque los dirigentes socialistas quieran quitar hierro al asunto y en el PP se hayan tomado el fin de semana de vacaciones, conviene recordar que el PSC y el PSOE ya estuvieron poco antes de las elecciones al borde de la ruptura con ocasión del encuentro entre Carod-Rovira y ETA en Perpignan y que tanto vino a celebrar en un comunicado posterior la banda terrorista.
 
No por viejas y conocidas, estas discrepancias que se han vuelto a poner de manifiesto ente fin de semana en el seno del partido socialista, dejan de ser las más graves que pueden afectar a un partido político por cuanto hacen referencia a la idea misma del proyecto jurídico-político en el que se asienta nuestra convivencia. El gobernar con el apoyo de los independentistas pasa factura. Y con ellos ya no solo gobierna un ya de por sí nacionalista Maragall sino también el propio Zapatero. A ver como ZP arregla el problema que también ha contribuido a forjar su propia debilidad moral y política.

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