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EDITORIAL

Margallo, paradigma del PP zapaterista

José Manuel García Margallo es la encarnación de ese PP irreconocible, de ese PP zapaterista que provoca desconsuelo y vergüenza ajena entre buena parte de su potencial electorado.

Los críticos liberal-conservadores de este Gobierno le han criticado repetidas e indignadas veces que no parece un Gobierno del PP, sino más bien del PSOE del infausto Rodríguez Zapatero. Se le votó masivamente para que emprendiera un cambio radical pero a la hora de la verdad no ha hecho sino continuismo del zapaterismo en asuntos de trascendental importancia, denuncian. Y pueden aportar para sostener su argumento contundentes ejemplos.

El ministro de Asuntos Exteriores, el siempre inoportuno José Manuel García Margallo, es la encarnación de ese PP irreconocible, de ese PP zapaterista que provoca desconsuelo y vergüenza ajena entre buena parte de su potencial electorado.

Si hay un ámbito en el que al Partido Popular no lo reconoce ni su cada vez más contrariado refundador, José María Aznar, es el de la política exterior. Ayer, en tiempos del propio Aznar, al PP lo definían el euroatlantismo, la denuncia implacable de las tiranías castrista y chavista y el compromiso con una agenda de libertad para el Gran Oriente Medio que se tradujo en el apoyo a la guerra que tuvo por objetivo el derrocamiento del sanguinario dictador iraquí Sadam Husein. Hoy en día Aznar continúa siguiendo muy de cerca la política internacional, y son frecuentes sus declaraciones en defensa de Israel y de los demócratas cubanos y venezolanos, así como sus advertencias sobre las consecuencias devastadoras que puede tener la política de apaciguamiento que se está siguiendo con la República Islámica de Irán, enemigo formidable de Occidente en trance de conseguir armamento atómico y uno de los grandes promotores del terrorismo.

Pues bien, José Manuel García Margallo está viniendo a ser una suerte de anti José María Aznar, como bien saben en La Habana, Caracas, Jerusalén y Teherán. Y en Ankara, donde el liberticida Recep Tayyip Erdogan debe de andar alborozado con los elogios del canciller a la alianza de civilizaciones, engendro patrocinado por el islamista turco y el laicista Zapatero que tiene por referente un plan iraní y que no tiene otro objeto que aventar antiamericanismo de baja intensidad, cubrir el expediente buenista y parasitar fondos públicos en beneficio de lobistas y sablistas aun menos recomendables que sus caciques.

Por si esto no fuera suficiente, García Margallo ha adquirido la ominosa costumbre de hablar sobre la cuestión catalana. Él, el ministro que menos tenía que hablar del asunto, no ha dejado de hacerlo cuando le ha venido en gana, siempre para meter la pata y hacer el caldo gordo a los separatistas. El punto culminante fue su debate con Oriol Junqueras, en el que hizo un ridículo sólo a la altura de su incomprensible soberbia.

José Manuel García Margallo, ministro pésimo que está donde está y hace impunemente lo que hace por su estrecha relación con el presidente del Gobierno, dice mucho de este PP de Mariano Rajoy. Y habrá quien se extrañe todavía de que las encuestas vaticinen a los populares un resultado tremendo el 20-D, en que pueden perder hasta la mitad de los votos que cosecharon en 2011.

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