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EDITORIAL

Mueren, sí, pero no ahogados

La ayuda que de verdad necesitan los africanos está en que África siga el camino de los tigres asiáticos, tan pobres como ellos hace cincuenta años y que ahora compiten de tú a tú con las economías más avanzadas de Europa.

En economía se estudia la ley de rendimientos decrecientes, que explica que si mantenemos todo lo demás igual e incrementamos constantemente la cantidad de un solo factor de producción (trabajo, tierra, etc.), el incremento de producto final por cada nueva unidad de ese factor irá decreciendo, hasta llegar a ser negativo. Por ejemplo, si incrementamos suficientemente el número de personas que limpian una casa, al final terminarán estorbando más que ayudando. Traducido a otros fenómenos, la aplicación de esta ley propone un poco de sentido común, pues viene a ser el soporte teórico de la idea de que las cosas buenas, en exceso, pueden acabar resultando contraproducentes.

Rubalcaba dedicó una parte de su comparecencia en la comisión de Interior del Congreso a destacar la enorme contribución que los inmigrantes han aportado a la economía española, para reconocer a posteriori los problemas con que muchos españoles se encuentran por el uso que hacen de los servicios públicos. Es natural que estos servicios no se hayan ampliado al ritmo debido, dada la incapacidad estructural del sector público de adaptarse a la demanda. Pero, sobre todo, las palabras del ministro de Interior vienen a poner de relieve que el hecho de que, aunque la aportación de la inmigración a la sociedad española haya sido en líneas generales buena, eso no significa que la de quienes vengan a partir de ahora sea tan positiva; incluso podría ser contraproducente. No sólo en términos económicos sino, sobre todo, en términos sociales. Las dificultades que países como Francia o Gran Bretaña han encontrado a la hora de integrar a la inmigración musulmana, incluso cuando ésta tenía fuertes lazos con un país que había sido su colonizador en otros tiempos, muestras los peligros que deberemos afrontar, especialmente cuando la segunda generación haya llegado a la edad adulta.

El portavoz de los GAL también ha precisado que la causa principal de la inmigración es la pobreza en los países de origen. Para aliviarla ha propuesto la aplicación del método preferido de los socialistas de todos los partidos: las ayudas. Pero como explicó el economista Lord Bauer, "la ayuda externa es un excelente método para transferir el dinero de los pobres de los países ricos a los ricos de los países pobres". Décadas de dinero a espuertas regando África no han servido para que se desarrolle en lo más mínimo. Y es que, al igual que las ayudas dentro de cada país no sirven para que la economía crezca sino más bien para ralentizar su desarrollo, tampoco el dinero público sirve de nada en países donde el problema es la carencia de instituciones como el Estado de Derecho o la propiedad privada, imprescindibles para que el esfuerzo individual de los africanos germine y dé frutos.

Porque, al final, la principal causa de la inmigración no es tanto la pobreza como la desesperanza. Es la falta de expectativas de personas pobres pero con iniciativa que ven que sus esfuerzos en los países africanos serían baldíos, y prefieren acudir allí donde pueden prosperar con la sola ayuda de sus manos y su inteligencia. Si los países occidentales, gobierno español incluido, quieren ver reducido el número de inmigrantes que traspasan ilegalmente sus fronteras, es cierto que a largo plazo sólo el desarrollo de África podrá reducirlo. Pero la ayuda externa no servirá más que, quizá, como soborno para que los gobiernos africanos colaboren más en la labor de impedir que salgan de su país. La ayuda que de verdad necesitan los africanos está en la presión de Occidente para que África siga el camino de los tigres asiáticos, tan pobres como ellos hace cincuenta años y que ahora compiten de tú a tú –siendo generosos con nosotros mismos– con las economías más avanzadas de Europa. Y en la eliminación de aranceles y cuotas que impiden que nos vendan sus productos.

Pero no cabe esperar de un gobierno socialista que apoye fuera de España lo mismo que obstaculiza aquí: el libre mercado, la propiedad privada y el Estado de Derecho. Simplemente se limitarán a abrir los brazos para recalcar su inocencia en esta crisis. Mueren, sí, pero no ahogados, vino a recalcar Rubalcaba. Parece que la forma de morir sea lo único que le importa.

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