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EDITORIAL

Ni la guerra fue por el petróleo ni el PP es miembro de la OPEP

Hay un secretario de corto recorrido en el PSOE que hoy se ha metido a analista de largo alcance. Se llama Alfonso Perales, y del mismo modo que la concejala Jiménez oficia de ministra de Exteriores, al señor Perales le ha dado por dedicar el verano a la observación, estudio y cotejo del mercado de futuros de petróleo. Naturalmente, no sabe de lo que está hablando, y si se aventura por un camino donde no va a recibir más que pescozones es para que no decaiga la campaña propagandística que desde el Gobierno se ha desatado con la llegada del calor.
 
Dice Perales, que también fue concejal, que existe una relación directa entre el alza en el precio del petróleo y la intervención aliada en Irak. No sabemos dónde está esa relación, y más cuando tras la primera Guerra del Golfo, la de los soldados de reemplazo, el precio del barril bajó paulatinamente hasta registrar mínimos históricos. En aquel entonces, hace diez años, no sólo es que Irak produjese menos, sino que casi dejó de producir. En 1994 el Irak sadamita exportó 78 millones de barriles. Una miseria que, curiosamente, no afectó un ápice a la cotización del oro negro en Londres o Nueva York.
 
Pero don Alfonso no se limita, en su infinita ignorancia, a establecer conexiones entre la intervención y los avatares del Brent. Lo analiza como uno de esos linces del mercado que pululan por los parqués de medio mundo. El origen de la carestía es, siguiendo su guión, la prima de riesgo por la inestabilidad política en Oriente medio. ¿Prima de riesgo?, ¿Inestabilidad política? Perales, que fue estudiante de Filosofía y Letras, quizá desconozca que la situación en Oriente Medio es volátil desde hace por lo menos cincuenta años, los mismos que tiene él. Y, a pesar ser una región de gobiernos cambiantes, guerras, guerrillas y revoluciones, el precio de su principal materia prima ha fluctuado en estos diez lustros de manera natural, subiendo, bajando y estabilizándose. Esa prima de riesgo nunca ha encarecido artificialmente el petróleo. ¿Por qué ha de hacerlo ahora?, ¿por qué sí?, ¿por qué lo dice Perales?
 
La intención de Perales esta mañana no era, obviamente, darnos una clase magistral sobre el porque y el cómo del alza de precios del crudo. Primero porque no sabe, y segundo porque su objetivo era muy otro. El propósito que perseguía hoy el secretario socialista era pescar en río revuelto y propinar una nueva patada en el trasero del partido que perdió las elecciones a medio camino entre las estaciones de Atocha y Santa Eugenia. La consigna es sencilla: el PP tiene la culpa de todo, ya sea pasado, presente o futuro. Como los votantes están de vacaciones y lo que les preocupa es la subida de la súper, lo suyo es que desde Ferraz se las hayan ingeniado para cargar el muerto sobre lomos de un Gobierno que ya no lo es. Gibraltar obliga.
 
A las andanadas de Perales se ha sumado al poco Diego López Garrido, representante del PSOE en la inexplicablemente interrumpida Comisión del 11-M. A juicio de López Garrido, perito en mercado de futuros, la causa casi única del alza de precios es la “ilegal y totalmente disparatada” guerra de Irak. Bueno es recordarle que lo único ilegal y no totalmente sino moralmente disparatado que ha padecido Irak en las últimas décadas ha sido el régimen bárbaro de Sadam Hussein. De todos es sabido que el genocida de Bagdad no se conformó con gasear a placer a niños inocentes en el Kurdistán sino que años después patrimonializó el petróleo iraquí gracias a un programa de la ONU que le hizo aun más rico, a él y a toda su camarilla. Tanto una cosa como la otra a López Garrido le resbalan, y es lógico; los réditos del No a la Guerra fueron tan sustanciosos que es difícil sustraerse a la tentación de revivir el leit motiv.
 
López Garrido no se ha quedado ahí, enfundado en el cuello blanco de los analistas de bolsa, ha asegurado que el incremento en la extracción que la OPEP está estudiando para septiembre no funciona porque “los mercados no se lo creen”. Los mercados se creen lo que tienen que creerse. Y si la demanda de petróleo supera a la oferta el precio del producto sube, y más cuando ese producto está fuertemente cartelizado como es el caso del petróleo. El hecho es que, por lo que parece, la demanda mundial de petróleo está disparada, tanto que los productores se las están viendo negras para atenderla a un precio razonable, en la famosa horquilla de los 25-30 dólares por barril. Si a esto le sumamos los problemas que está teniendo la Yukos en Rusia, donde el Gobierno de Putin ha cerrado el grifo de los yacimientos, pues tenemos servido el problema del verano.
 
El alza no es sin embargo tan calamitosa como los socialistas quieren hacernos ver. Por un lado las economías occidentales no son tan dependientes del petróleo como lo eran en los setenta. En Estados Unidos, por ejemplo, la proporción del ingreso que se gasta en petróleo es hoy menos de la mitad que en 1973. Por otro, poniéndose en el peor de los escenarios, que el barril llegase a los simbólicos 50 dólares sería dramático, indudablemente, pero no provocaría una recesión como la de los años setenta. Entonces el incremento fue del 300%, en esta ocasión, tomando como punto de partida los 35 dólares que costaba el barril en enero, sería del 40%. Occidente podría soportarlo, y no por mucho tiempo ya que con ese precio la oferta tendería a aumentar con celeridad.
 
Lo que Perales y López Garrido han dicho hoy no pasa de pura floritura propagandística sin base económica alguna. Lo que quizá se esconda detrás de esta excusatio non petita es una accussatio manifesta, es decir, que vienen malos tiempos para la economía y andan ya buscando a quien culpar de su propia ineptitud. Lo han encontrado, se llama José María Aznar, un ciudadano particular que no es siquiera diputado.  

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