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EDITORIAL

Ni María, ni Jesús ni San Segundo

"Podremos lamentar que la educación se haya convertido en una batalla política, pero no podemos eludirla por ello"

Al margen de las casualidades y paradojas a las que nos retrotrae el nombre de la actual ministra de Educación, lo más claro que se extrae del, por lo demás, inconcreto proyecto de reforma educativa que ha presentado María Jesús San Segundo, es el propósito de obstaculizar la enseñanza de la religión católica que profesan la abrumadora mayoría de los españoles. Si la LOCE aprobada por el anterior del Gobierno del PP planteaba, en términos de igualdad, la enseñanza de la Religión en su versión confesional y laica, el proyecto de San Segundo obliga a todos los alumnos a cursar una “Aproximación al hecho religioso” —o una cursilería parecida—, mientras relega la religión confesional a una asignatura voluntaria que no sería evaluable ni computable a efectos académicos de nota media para el acceso a la Universidad, ni a efectos de obtención de becas.
 
Ni que decir tiene que este debate no se plantearía si hubiera libertad de enseñanza y los padres pudieran escoger la oferta educativa que, con igual libertad, ofrecieran los centros escolares. Sin embargo, hace ya mucho que el Gran Hermano Estatal se inmiscuyó a la hora de decidir por los padres en que es lo que se debe enseñar a sus hijos en las escuelas. Podemos lamentar que la educación se haya convertido en una batalla política, pero no podemos eludirla por ello.
 
Lo cierto es que la religión ha dejado su impronta en la sociedad de forma tan marcada como haya podido hacerlo en el nombre de la actual ministra. Si hay un acuerdo en que este fenómeno deber ser obligatoriamente estudiado, se debería dar libertad para que los padres eligieran en pie de igualdad si sus hijos deben estudiarla desde una perspectiva laica o creyente.
 
Los ideólogos del socialismo —esos que marcarán la pauta en la nueva asignatura de la “educación para la ciudadanía” como otros lo hacían con la “Formación del Espíritu Nacional”— no quieren, simplemente, tener competencia a la hora de propagar valores y preceptos morales así como ideas entorno al hombre y la sociedad. Porque, no nos engañemos: Lo que le irrita al PSOE —junto a la fobia anti PP — es que más de las tres cuartas partes de los padres elijan para sus hijos el estudio de la religión desde una perspectiva católica.
 
Junto a este claro deseo jacobino y antiliberal que se desprende del proyecto educativo socialista, cabe también destacar algo tan absurdo como la eliminación de la revalida para sustituirla por una prueba bastante similar de selectividad, así como la supresión de los itinerarios que la LOCE contemplaba en tercer y cuarto curso de la ESO, para sustituirlos por propuestas tan vagas como la de unos “programas flexibles para la atención a la diversidad de la ESO, desdoblar grupos en las materias optativas o el apoyo específico a los alumnos con más dificultades”.
 
Con la excusa de decir que se trata de un proyecto abierto al debate, lo que ha quedado en evidencia es que el PSOE no tenía una alternativa formada y sólida a la reforma de la educación aprobada por el PP. Lo que nos resulta, pues, tambien claro, es que lo que ha planteado la ministra no va mejorar la educación de nuestros estudiantes por mucho que satisfaga las fobias antipopulares y anticlericales del actual gobierno.
 

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