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EDITORIAL

No es ésta la mejor hora de España

No es sólo el PP el que padece tendencias suicidas en este país donde quien no quiere dinamitar la Constitución hace lo posible por incumplirla y arrumbarla.

El panorama electoral que vaticinan las encuestas al Partido Popular se mueve entre lo malo y lo desastroso para la formación que preside el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Todas y cada una de ellas le auguran una auténtica sangría en comparación con los históricos resultados que obtuvo en los comicios de 2011, esos casi 11 millones de votos –el 45% de los emitidos– que le permitieron conformar una sensacional mayoría en el Congreso (186 escaños de 350) para dar cumplida cuenta de su programa electoral, que se vendía como gran solución a los males del infausto José Luis Rodríguez Zapatero. Hoy, algunas –la de El País, concretamente– incluso le auguran un tercer puesto y un patético 20%, muy por detrás del PSOE y de la extrema izquierda de Iglesias, Errejón y demás ejemplares de esa estafa del regeneracionismo denominada Podemos.

El PP está mal y merece estarlo, por traidor a su electorado y por incompetente, circunstancia esta última que hace aún más sangrante su felonía. Es bueno que el PP esté mal; pero malo, muy malo, que no reaccione. Ciertamente, el PP de Rajoy, Santamaría y compañía parece un boxeador sonado.

¿A qué esperan los críticos del PP? ¿Cuándo dejarán de pasarse de prudentes o de ser directamente cobardes? En política no suele haber milagros, sobre todo cuando no se ha hecho nada para que los haya; pero es que además ya no hay tiempo para que se produzcan. La crisis económica, el desafío secesionista de la Generalidad y la judicialización de la corrupción no sólo no van a desaparecer de aquí a las próximas generales, para las que como mucho queda un año, sino que van a cobrar aún más relevancia a medida que se acerquen las autonómicas y municipales del mes de mayo. ¿En qué piensan confiar para remontar en las encuestas? ¿En una súbita arriolización masiva de la ciudadanía? Con su inacción, estos sedicentes críticos son tan responsables del desastre popular como quienes han perpetrado los desmanes que tienen al partido de la gaviota en la lona.

Lo peor no es que el PP no reaccione ante el merecidísimo correctivo que le auguran las encuestas, sino que las alternativas sensatas y demócratas como Ciudadanos o UPyD –Vox ni siquiera aparece en aquéllas– no acaban de aprovecharse de ello y, en cambio, la izquierda liberticida de Podemos sigue exhibiendo unos niveles de apoyo estupefacientes. Por no hablar de los resultados que arrojan las encuestas en Cataluña. Por lo que parece, no es sólo el PP el que padece tendencias suicidas en este país donde quien no quiere dinamitar la Constitución hace lo posible por incumplirla y arrumbarla. No es ésta, ciertamente, la mejor hora de España.

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