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EDITORIAL

No puede ser un curso más

Es difícil no ver en este silencio ahora roto que los líderes del PP se preocupan más por el partido que por sus votantes y la nación.

El escándalo Bárcenas parece haber desatado los enfrentamientos internos de un PP que, al menos a ciertos niveles, se diría en el principio de un sálvese quién pueda al que el presidente del Gobierno, y del partido, se mantiene ajeno en su torre de marfil monclovita.

No deja de ser un tanto triste que, después de que Rajoy haya gobernado durante año y medio en abierta contradicción con el programa electoral popular y con lo que se supone que era su ideario, sea un escandaloso caso de presunta corrupción el que destape las batallas internas: es difícil no ver en este silencio ahora roto que los líderes del PP se preocupan más por el partido que por sus votantes y la nación.

Las informaciones disponibles sobre estos movimientos internos apuntan a que no habrá una gran revolución en Génova, lo que no dejaría de ser sorprendente dado el carácter de Rajoy, pero sí puede haber dirigentes qué resulten los grandes perdedores de esta situación, especialmente uno de ellos: Javier Arenas.

De nuevo, no resulta muy positivo para la imagen del Partido Popular que tras su enésimo fracaso electoral sea su más o menos cercana pero todavía por demostrar implicación en un escándalo lo que pueda acabar con la carrera de Arenas: otra vez el criterio de los votantes pesando menos que las intrigas palaciegas de Génova 13.

Tampoco se adivinan grandes cambios en el Gobierno, al menos en un horizonte cercano. No parece que vaya a modificarse ni la composición del Consejo de Ministros ni la estrategia del ejecutivo para afrontar ese caso Bárcenas que ya es, más allá de las consecuencias judiciales que pueda tener, el peor escándalo de la historia reciente del PP.

En cualquier caso, mucho se equivoca Rajoy si cree que con cambios cosméticos en el gobierno o con cabezas de turco en el partido hará que la tormenta amaine. Y más todavía si piensa que, en lo que sus hagiógrafos denominan "magistral control de los tiempos", todo se difuminará en la nada simplemente con el paso de los días.

El caso Bárcenas, los sobresueldos –incluso aunque todos hayan sido legales para todos- la fortuna del extesorero y las sombras sobre la financiación de los populares demandan no uno sino varios pasos al frente. Si el PP y Rajoy quieren recuperar al menos parte de la credibilidad perdida de cara al ciclo electoral que se inicia con las Europeas del año que viene, este no puede ser un curso político más.

No es previsible que el presidente lo entienda así, pero el castigo electoral puede ser terrible y la no menos pronunciada debacle socialista será un pobrísimo consuelo.

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