Con su apretón de manos al dictador Raúl Castro en la Cumbre de las Américas, el presidente de los Estados Unidos ha regalado una resonante victoria propagandística a la tiranía comunista que sojuzga Cuba y desestabiliza el Hemisferio Occidental desde hace más de medio siglo. Obama confraternizando con Castro y la disidencia cubana apaleada en la misma Panamá a plena luz del día por esbirros castristas: he aquí el resumen más certero y expresivo de la Cumbre de la Infamia, que tan contentos ha dejado a los pusilánimes, a los revolucionarios por cuenta ajena y a los enemigos de la libertad de la Isla Cárcel, que son legión y muy influyentes tanto en América como en España, Madre Patria que gusta de comportarse como ominosa madrastra.
La apertura a la tiranía comunista cubana se une a las continuas afrentas a Israel y su primer ministro y a la vergonzosa capitulación ante la República Islámica de Irán, más cerca que nunca de alcanzar sus últimos objetivos militares: hacerse con un arsenal nuclear sobre el que erigir su supremacía geoestratégica en Oriente Medio. Lo impensable está sucediendo: Barack Obama está haciendo bueno al pésimo Jimmy Carter. Irán, Rusia, el comunismo iberoamericano vuelven a estar de enhorabuena por obra y desgracia de una Administración demócrata (sic).
Con no pocos trabajos y sacrificios, afrentando riesgos formidables, Estados Unidos consiguió sobreponerse al calamitoso Carter. Ahí estuvo Ronald Reagan para llevar adelante esa fenomenal empresa. ¿Se repondrá también del nefasto Obama? ¿Quién se pondrá sobre los hombros semejante carga? Las presidenciales de noviembre de 2016 revisten una importancia extraordinaria.