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EDITORIAL

Palestina se divide en dos

El terrorismo y la violencia palestina eran culpa de la ocupación. Sin embargo, Israel evacuó a los últimos colonos de Gaza hace casi dos años, y pese a haber desaparecido la supuesta causa, ahora los palestinos no hacen más que matarse entre sí.

Nadie llora por los fallecidos en Palestina esta última semana, como nadie lloró por los que murieron en el campo de refugiados de Nahr al Bared, en el Líbano, hace escasas fechas. Israel no estuvo involucrado en ninguno de los dos conflictos bélicos. Es curioso notar que en ambos conflictos han muerto más palestinos que en la tristemente célebre "matanza de Jenin". Y luego habrá quien en la prensa progresista se indigne cuando se les acusa de antisemitismo. El doble rasero está claro. Al país de los judíos no se les pasa ni una y, cuando no hay nada tangible en su contra a lo que agarrarse, se inventa una masacre.

Lo cierto es que los medios han estado relativamente silentes en este conflicto no sólo porque no había manera de echarle la culpa a Israel, sino porque les arruina todo su relato del conflicto. El terrorismo y la violencia palestina eran culpa de la ocupación. Sin embargo, Israel evacuó a los últimos colonos de Gaza hace casi dos años, y pese a haber desaparecido la supuesta causa, ahora los palestinos no hacen más que matarse entre sí. Pero no hay que preocuparse. Como han hecho muchas veces antes, sin ir más lejos el verano pasado con el secuestro del soldado Shalit, pronto harán algo contra Israel, de modo que la prensa internacional pueda volver a su discurso de siempre condenando la reacción de éste. Por de pronto, ya han anunciado la liberación del periodista de la BBC que tenían secuestrado, para garantizarse una cobertura más favorable.

Mahmud Abbas ha reaccionado como cabía esperar, disolviendo el ficticio Gobierno de una unidad inexistente. Puesto que Hamás se ha hecho con el control absoluto de Gaza, lo normal es que Fatah intente hacer lo propio en Cisjordania, donde es improbable que se extienda la guerra civil por la presencia allí de tropas israelíes. Ambos se acusan mutuamente de haber llevado a cabo un golpe de estado, cuando ninguno ha respetado jamás ninguna ley. Y es que la democracia no puede funcionar jamás si no existen ciertas instituciones previas que le sirvan de base. Acudir a las urnas es la guinda del pastel, no el bizcocho. Palestina jamás ha sido un Estado viable, de modo que resulta ingenuo esperar que pudiera convertirse en una democracia exitosa. El recurso a las urnas ha acabado convirtiéndose en un clavo más en su tumba.

Parece que el sueño de dos estados conviviendo en paz se ha quebrado por la propia división entre los palestinos. Por de pronto, Israel tendrá que enfrentarse a partir de ahora a un Gobierno terrorista, nacionalista y corrupto y a una situación de anarquía que, según han prometido los terroristas protegidos de Irán, evolucionará en breve hasta convertirse en un Estado islámico. La nueva "Hamastán", como se está empezando a conocer a la franja de Gaza, es producto de Fatah, guste o no reconocerlo. Los años que han estado promoviendo el terrorismo suicida y la cultura del odio, con el aplauso de la progresía internacional, han sido el mejor alimento para el islamismo. Sin duda, se están llevando su merecido. La desgracia es que es todo el pueblo palestino, y no sólo Fatah, quien sufrirá las consecuencias.

Resulta especialmente difícil saber qué opciones se le presentan ahora a Israel y cuáles escogerá. Está claro que la desconexión de Gaza no ha funcionado y que la celebérrima fórmula de "paz por territorios", presente en todos los planes que le ha querido imponer la "comunidad internacional", tampoco sirve de nada. Los argumentos a favor de una Palestina independiente, ahora que la Autoridad Palestina ha dejado de existir, carecen ya de sentido. Quizá decida negociar con un Fatah que ya ha visto cómo sus hijos acaban por devorarlos, para llegar a una paz en Cisjordania en espera de que allí se construya un Estado viable. Es una vía incierta, que casi tiene garantizado el fracaso. Pero aún así parece el único futuro. Los demás caminos parecen aún más oscuros.

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