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EDITORIAL

Pitada en el Estadio y traducción en el Senado

La condescendencia del PSOE a esos delirios identitarios de los nacionalistas ya la conocíamos. Pero ¿qué decir del PP, contrario ahora a acabar de una vez con lo que Rajoy consideró en su día que "no pasa en un país normal"?

El nivel de disparate y degradación institucional que padecemos en España por culpa de los separatistas y, sobre todo, por culpa de la condescendencia de los dos grandes partidos nacionales, parece no tener límite. Si el lunes, y gracias a la invitación de los proetarras de Amaiur, la Sala Clara Campoamor del Congreso de los Diputados era el escenario utilizado para dar eco a unas plataformas pro selecciones deportivas nacionales de Cataluña, Galicia y País Vasco, que pretenden que se silbe al himno español y al príncipe de Asturias durante la celebración de la final del Campeonato de España de fútbol, este miércoles hemos presenciado en el Congreso cómo todos los partidos han votado en contra de la enmienda de UPyD, partidaria de suprimir las partidas destinadas a los traductores cuya única misión es la de posibilitar que los senadores españoles puedan entenderse entre sí sin necesidad de utilizar el español, única lengua común de todos ellos y única oficial del Estado.

Respecto a lo primero, ignoramos si los llamamientos de las citadas plataformas deportivas pudieran ser constitutivos del ambiguo y poco definido delito de ultrajes a España. En cualquier caso, constituye una vergüenza que haya formaciones políticas como ERC, CiU y PNV que las hayan respaldado y, más aun, que no hayan sido por ello objeto de la menor crítica por parte del resto de representantes políticos. De hecho, el único representante político que ha sido criticado –cuando no insultado– ha sido Esperanza Aguirre, y eso por el mero hecho de mostrarse partidaria de que el partido de fútbol se suspendiera en el caso de que semejante y anunciado ultraje a los símbolos nacionales de España llegara a realizarse al inicio del encuentro.

No menos bochornosa es la oposición de nuestras élites políticas a poner fin a ese esperpéntico, despilfarrador y ultrajante dispendio que constituye la existencia de traductores en el Senado. La condescendencia del PSOE a esos delirios identitarios de los nacionalistas ya la conocíamos, pues fue el gobierno de Zapatero el que lo aprobó. Pero ¿qué decir del PP, contrario ahora a acabar de una vez con lo que Rajoy consideró en su día que "no pasa en un país normal"?

Aún peor que la negativa del PP a secundar la iniciativa de UPyD, ha sido la patética escusa del popular Juan Manuel Albendea para no hacerlo. Y es que, según Albendea, aunque el Grupo Popular "pudiera estar de acuerdo" con el objetivo de la enmienda, entiende que antes que suprimir el presupuesto habría que modificar el Reglamento de la Cámara Alta para revocar el uso de lenguas regionales al que se opuso el PP la pasada legislatura. "Comprendo que, como UPyD no tiene senadores, no lo puede plantear en el Senado, pero eso no es culpa nuestra", ha zanjado. La cuestión, sin embargo, es por qué el PP, que sí que tiene senadores y mayoría absoluta en el Senado, todavía no ha planteado allí la supresión de ese ultrajante dispendio.

Claro que la razón por la que el PP ahora sí está dispuesto a seguir despilfarrando 350.000 euros anuales para traductores de lenguas regionales bien puede ser la misma que recientemente Rajoy ha dado para justificar su incumplimiento de no subir los impuestos: "Haré cualquier cosa, aunque no me guste y aunque haya dicho que no lo vaya a hacer".

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