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EDITORIAL

Por Cuba, contra Castro

Los insultos del régimen permiten saber quién es realmente su enemigo y quién es, por tanto, el verdadero demócrata. Lo demás no son sino excusas de mal pagador.

Son ya muchos años. Serían demasiados si fuera uno sólo, pero han llegado a cincuenta. Es una tiranía como ha habido otras, pero que duele como ninguna a quienes por cultura, historia e idioma sentimos mucho más cerca a los cubanos que a otros pueblos. También ellos, que llaman a España la "madre patria", sienten nuestras ofensas y nuestros apoyos más que los de ninguno. De ahí la importancia que tiene que las manifestaciones contra Castro no sólo estén llenas de exiliados, sino también de españoles conscientes y comprometidos con la libertad y la democracia.

Quienes han acudido este domingo a Madrid bajo una nevada de las de antes no habrán podido, con su presencia, más que irritar a la tiranía comunista cubana. Pero han ayudado a que los valientes que desde dentro de Cuba se oponen a la dictadura se sientan más acompañados en su desigual lucha.

Desde que Aznar dejó el Gobierno, la comprensión hacia el régimen de los hermanos Castro y el desprecio a quienes lo condenamos se han hecho cada vez más presentes. Es difícil encontrar algo que defina mejor a una persona y un pensamiento político que el apoyo a Castro o el insulto a los exiliados del régimen, ese calificativo infame de "gusanera". Como si oponerse a un régimen tiránico fuera despreciable, y lo verdaderamente digno de encomio alabar que se siga esclavizando a los cubanos.

Y es que la actitud respecto a Cuba se quizá el mejor barómetro que tenemos en España para saber con quién nos jugamos los cuartos. Siempre ha habido, a izquierdas y derechas, personajes que han apoyado abiertamente la dictadura, o que como poco la han consentido. Zapatero no ha salido de la nada, sino de una tradición abiertamente sectaria y antidemocrática de la izquierda, que se ha encontrado en su apoyo a Castro acompañado de lo peor de la derecha.

Por mucho que los socialistas quieran justificar la pleitesía al régimen de los hermanos Castro bajo la excusa de que así logran que éste le conceda de tanto en tanto alguna liberación, lo cierto es que el estado de salud de Fidel Castro y el precario liderazgo que puede ofrecer Raúl son una oportunidad única para luchar por el fin de la tiranía en Cuba. No aprovecharla ya sería una dimisión de la responsabilidad que tiene España hacia la Isla, pero apuntalar además al régimen trabajando para reducir las sanciones de la UE es una canallada digna de un presidente al que se le llena la boca hablando de unos "derechos humanos" por los que jamás lucha cuando tiene una oportunidad real para hacerlo.

Al final, su ausencia en el apoyo a la Cuba real –es decir, la condena al régimen que la sojuzga– y la organización de contramanifestaciones desde el poder –como han hecho los comunistas catalanes al dictado de un cónsul del régimen que debería haber sido ya expulsado de nuestro país– permite evaluar exactamente qué quiere decir la izquierda cuando habla de libertad y democracia: única y exclusivamente que sean ellos quienes manden. Y los insultos del régimen, por el contrario, permiten saber quién es realmente su enemigo y quién es, por tanto, el verdadero demócrata. Lo demás no son sino excusas de mal pagador.

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