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EDITORIAL

Por España y por la libertad

El SUP ha intentado escupir sobre Teresa Jiménez Becerril, sin darse cuenta de que ella está tan por encima de los defensores de las habitaciones sin Estado de Derecho que la ley de la gravedad les devolverá todo lo que le intenten echar encima.

Todas las razones expuestas una y otra con motivo de todas y cada una de las manifestaciones que han formado la rebelión cívica contra el proceso de rendición del Gobierno del 14-M siguen siendo más válidas que nunca. Desde aquel 22 de enero de 2005, que hoy se nos antoja lejanísimo, en que la AVT organizó la primera manifestación, precisamente con el objetivo de evitar que De Juana Chaos saliera de prisión, los ciudadanos españoles les han mostrado su respaldo. Las concentraciones de este viernes auguran que, de nuevo, las calles de Madrid se llenarán con quienes se niegan a ceder ni un milímetro ante los asesinos de ETA.

El lema escogido en esta ocasión no podía ser más acertado, pues une España y libertad y lo contrapone con las cesiones a ETA. Ni España ni la libertad son compatibles con la rendición ante el terrorismo nacionalista vasco. Por eso todos los españoles que se saben libres están saliendo a la calle. Da lo mismo que Zapatero no vaya a cambiar de opinión aunque la riada humana excediera todas las previsiones, por más que se jactara de "escuchar a la calle" cuando ésta se mostraba de acuerdo con él. Lo sabíamos antes de que lo anunciara. Pero los manifestantes del viernes y del sábado necesitan sentirse unidos y saber que no están solos. Que aunque el Gobierno los haya traicionado, España no.

Para los jerarcas del partido que se quiere único y del imperio mediático, ese sí, único en toda Europa, el pueblo unido se manifestó contra la guerra de Irak, pero quienes acudan a la manifestación contra la liberación del mayor asesino en serie de la historia reciente de España no son más que la despreciable plebe. Si antes y después de todas las manifestaciones convocadas por la AVT y el Foro Ermua, PSOE y Prisa, tanto monta, monta tanto, habían intentado deslegitimarlas, la ofensiva llevada a cabo estos días ha superado a todas las anteriores con creces, si exceptuamos la detención ilegal de dos militantes del PP por estar demasiado cerca de un ministro demasiado arrogante.

Durante estos días, los socialistas han acusado al PP, por supuesto sin prueba ni indicio alguno, de estar alentando al ejército a un golpe de Estado y de organizar un "atentado suicida contra las instituciones democráticas". El SUP ha intentado escupir sobre Teresa Jiménez Becerril, sin darse cuenta de que ella está tan por encima de los defensores de las habitaciones sin Estado de Derecho que la ley de la gravedad les devolverá todo lo que le intenten echar encima. Y los medios afines no han hecho sino lanzar la propaganda de que manifestarse contra el Gobierno es antidemocrático, siempre que el Gobierno sea socialista, claro.

También han intentado avivar la polémica de las banderas, insinuando la pertenencia a la extrema derecha de todos los manifestantes por unas cuantas banderas de la época de Franco. Cuando el PSOE y los suyos monten un servicio de orden para retirar banderas de la Segunda República y de la Unión Soviética (equivalentes moralmente éstas últimas a la esvástica nazi), que son las únicas que ondean en sus manifestaciones, nos creeremos que su preocupación por la bandera con el escudo de San Juan es honrada. Mientras tanto, pensaremos que lo primero que debe hacerse cuando alguien lleva una es preguntarle por su carnet del PSOE. Que ya nos vamos conociendo todos.

Hay quien dice que existe una izquierda que no apoya a Zapatero, que está con las víctimas, es decir, lejos de los verdugos. Que está con los asesinados por De Juana Chaos, no con el terrorista. Es posible que así sea. Algunos nombres, como Rosa Díez o Antonio Aguirre, a los que han marginado y aislado, vienen a la mente. Si no acuden mañana a las cinco de la tarde, habrá que pensar que prefieren la secta y la obediencia a seguir su conciencia. Si lo hacen, serán bienvenidos. Nunca es tarde para unirse a la rebelión cívica.

En España

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