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EDITORIAL

¿Por qué el Gobierno no reconoce que El Líbano está en guerra?

El Gobierno ha terminado siendo víctima de su propio engaño. Vendieron a los españoles que en El Líbano no había guerra, equiparon al Ejército en consecuencia y luego ha resultado que guerra sí que hay

Seis muertos, dudas sobre el equipamiento del Ejército español en El Líbano, polémica sobre si nuestros soldados deben estar allí o no y un largo etcétera de cuestiones pendientes que se han agarrado como una sanguijuela al cuello del Gobierno, y casi todo podría haberse evitado. Si Zapatero no hubiera hecho tanta demagogia con la guerra de Irak cuando estaba en la oposición, y hubiese reconocido que el Ejército no está de vacaciones humanitarias sino en un país en guerra, no estaría pasando por el aprieto actual. Él se lo ha buscado, y de no ser por la tranquilidad que está manteniendo el PP y lo serviles que son casi todos los medios de comunicación con el inquilino de la Moncloa, estaríamos ante un escándalo mayúsculo que, como poco, haría rodar la cabeza del ministro de Defensa.  

Lo primero que cabe preguntarse es qué medidas de seguridad acompañan a nuestros soldados en misiones de alto riesgo como las de Afganistán o El Líbano. Los seis cadáveres que llegaron anteayer a Madrid son los últimos de una larga lista de militares muertos en acto de servicio, ya por accidente, ya por atentado o ya por minas que estallan bajo los blindados. En el caso de El Líbano es aún más sangrante porque el Gobierno envió la misión militar desdeñando a los que apuntaban que, en el país del cedro, no se ventilaba nada peligroso. Por ello los vehículos militares no llevaban inhibidor de frecuencias. Por ello los seis miembros de la Brigada Paracaidista están hoy muertos.

El Gobierno ha terminado siendo víctima de su propio engaño. Vendieron a los españoles que en El Líbano no había guerra, equiparon al Ejército en consecuencia y luego ha resultado que guerra sí que hay, mucha más de la que a todos nos gustaría. Pero no contento con eso, el presidente, tratando de mantener el artificio hasta el final, hasta ha negado a los muertos la condecoración que les corresponde, que no es otra que la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo por haber muerto en acto de guerra. Como ya hiciera con la soldado Idoia Rodríguez, muerta en Afganistán por la explosión de una mina, Zapatero antepone sus intereses políticos a la verdad. Si a un soldado español de campaña en una zona bélica lo mata una mina o vuela por los aires por culpa de un coche bomba es un acto de guerra, y no un desagradable accidente como quieren hacernos ver desde el Gobierno.

De lo que se trata es de negar a cualquier coste que nuestros soldados se encuentran en países en guerra por no se sabe bien qué prurito o qué pecado cometido en común en días pasados. El contingente de El Líbano se encuentra en medio de un avispero, y el de Afganistán en el corazón de una macro operación internacional contra el terrorismo. Que el Gobierno se dé tantos golpes en el pecho como crea necesarios, pero cada vez queda más claro que la salida de Irak no fue más que una coartada propagandística para mayor gloria de Zapatero y su recién estrenado Gobierno. En el resto nada ha cambiado sustancialmente. Y eso los pacifistas de verdad deberían tenerlo en cuenta.

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