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EDITORIAL

¿Preservar en Europa lo que se deshace en España?

Si aquí, con la complicidad y condescendencia de nuestro gobierno, se quieren debilitar los fundamentos constitucionales de nuestra nación, esa deriva suicida no nos la van a prohibir a los españoles desde el exterior

José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy han intervenido en el pleno del Congreso celebrado para que el gobierno pidiera autorización para convocar el referéndum sobre la “Constitución” Europea. El presidente del gobierno y el líder de la oposición han coincidido en pedir el “Sí” porque, entre otras cosas, este texto beneficiará —según ellos— a la unidad de España. Aunque Rajoy lo haya hecho de forma más explícita y cándida al señalar que este Tratado impedirá que prosperen los “fines independentistas” del Plan Ibarretxe, Zapatero también ha apuntado esta idea al decir que “una Europa fuerte y unida es lo mejor para una España unida y fuerte”.
 
Ante este desbaratado Tratado que, en realidad, ha hecho finalmente perder a España el peso específico logrado para nuestro país por el anterior Gobierno del PP en Niza, lo mejor que podríamos decir de la actitud de Rajoy ante este referéndum es que está ejerciendo de “gallego”. En esa línea, diremos que al asegurar que la ratificación de este tratado pondrá fin a los “delirios de la autodeterminación” de los nacionalistas, el líder de la oposición no ha estado tan clarividente como cuando ha reconocido y señalado a Zapatero como el “responsable de enfrentarse a los planes de Ibarretxe”.
 
La unidad de España es fundamental y legislativamente un imperativo de la Constitución Española, no de ningún tratado internacional, por mucho que este pretenda erigirse como “Constitución Europea”. Si aquí, con la complicidad y condescendencia de nuestro gobierno, se quieren debilitar los fundamentos constitucionales de nuestra nación, esa deriva suicida no nos la van a prohibir a los españoles desde el exterior. Y eso, por mucho que respaldemos masivamente la posición del Gobierno en el referéndum.
 
Lo que debilita la “unidad y fortaleza” de España no es precisamente el Pacto de Niza que trata de relevar sin acierto esta falsa Carta Magna —diseñada, por cierto, a los particulares intereses del Eje franco-alemán—, sino precisamente la debilidad y complicidad de ZP con unos socios de Gobierno que tienen como meta fundacional la fractura nacional de España. Lo que pone en riesgo la “unidad y fortaleza” de España, al margen del separatismo vasco, son las pretensiones de socialistas e independentistas catalanes de crear “naciones” o “comunidades nacionales” que sustituyan a la nación “única e indivisible” que sirve de fundamento a nuestra Carta Magna y de forma mucho más evidente que a la Europea.
 
Cabe destacar, además, dos nuevos engaños con los que Zapatero acompaña su convocatoria de referéndum, destinado, en realidad, a consolidar su posición de gobierno y no a preservar la unidad de España que su gobierno está haciendo peligrar como no lo ha hecho ningún otro anterior. Por una parte, Zapatero ha afirmado que la campaña divulgativa del tratado es "aséptica" cuando, si no fuera ya bastante explícito el tratamiento descaradamente favorable que se le da en esa campaña, no estuviera ahí el hecho de que sólo tiene el visto bueno y la participación de los partidarios del “Si” para desmentir su supuesto carácter neutral. Si tan "neutral" es, ¿cómo es que el gobierno de ZP —el del “talante”— se ha negado a consensuarla con el resto de las formaciones políticas?
 
Pero quizá, lo más grave es que Zapatero nos informe ahora de que el resultado del referéndum de marras sólo será vinculante “a efectos políticos” y no de derecho. Vamos que, como con el referéndum de González a propósito de la OTAN, aquí lo único que está en juego es el prestigio del Gobierno. Lo único que ha cambiado desde entonces es que el principal partido de la oposición decidió entonces abstenerse y ahora dice que hay que votar que sí. En cualquier caso, será al menos un alivio para Zapatero, tanto como lo fue entonces para González, el que sus principales adversarios políticos no pidan claramente el “No”. No obstante, tampoco hace falta que nos lo pidan.

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