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EDITORIAL

PSOE: el hundimiento

Los desastres gallego y vasco han acelerado la huida hacia delante de Pedro Sánchez, que ha pergeñado un proceso congresual en el que el PSOE puede, de hecho, implosionar.

Los resultados cosechados en las elecciones del domingo han provocado un terremoto –otro más– en la ya muy resquebrajada estructura del PSOE. Desde que Pedro Sánchez llegó a la Secretaría General, las derrotas se suceden, y además con tintes cada vez más dramáticos: baste recordar que el PSOE está cayendo en la marginalidad en numerosos lugares en los que ha gobernado en tiempos no tan lejanos, empezando por las comunidades en las que acaba de fracasar estrepitosamente: Galicia y el País Vasco.

Como era previsible, los denominados barones del PSOE han dado la voz de alarma tras esta nueva debacle, y algunos ya no disimulan a la hora de tratar a su todavía secretario general como un advenedizo con fecha de caducidad o indicarle directamente el camino a la calle.

La irrupción de Podemos en el panorama político nacional podría haber sido un factor importante para ahormar un compromiso más sólido del PSOE con las ideas socialdemócratas. Lejos de ello, Pedro Sánchez ha preferido seguir el camino trazado por su antecesor, el inefable Rodríguez Zapatero, cuyo legado más duradero ha sido el haber sentado las bases para que el populismo izquierdista enraizara con fuerza entre el electorado de su propio partido. El resultado en Galicia y el País Vasco salta a la vista: en ambas comunidades el PSOE ya está por detrás de la formación liberticida comandada por Pablo Iglesias.

Sánchez ha tratado de competir con Iglesias y compañía en su propio terreno, no ha vacilado en entregarles importantes cuotas de poder municipal y aún hoy se agarra a un delirante macropacto de investidura que le permita llegar a la jefatura del Gobierno con tan solo 85 diputados.

Los desastres gallego y vasco han acelerado la huida hacia delante de Pedro Sánchez, que ha pergeñado un proceso congresual en el que el PSOE puede, de hecho, implosionar.

Por desgracia, el PSOE suele trasladar a España sus problemas internos, una estrategia que puso al día Felipe González con su referéndum sobre la OTAN y que Pedro Sánchez va a seguir explotando en su propio beneficio. En esta ocasión, Sánchez está dispuesto a llevar a los españoles a unas nuevas elecciones, en las que él tratará de encabezar de nuevo la candidatura socialista, con la esperanza de que Podemos se desfonde lo suficiente como para permitirle una derrota no demasiado amarga.

El hundimiento del PSOE no pasaría de ser un fenómeno político más de los muchos que jalonan la trayectoria de los países democráticos si no fuera porque se trata del partido que más tiempo ha gobernado en democracia y el segundo con mayor peso específico en la actualidad; un partido cuya implicación en los asuntos esenciales de la Nación sigue siendo imprescindible. Todavía más cuando ésta afronta la doble amenaza conjunta del separatismo y el populismo neocomunista, dos peligros que Pedro Sánchez desprecia haciendo gala de una inconsciencia suicida.

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