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EDITORIAL

Punto y seguido en Gaza

Barack Obama y su secretaria de Estado deben exigir a Europa que sus tropas desplegadas en el Líbano tomen las medidas necesarias para impedir que Hezbolá protagonice una nueva agresión contra Israel.

Casi al mismo tiempo que el primer ministro israelí anunciaba un alto el fuego unilateral en Gaza, un alto funcionario del Gobierno americano hacía público en Pekín que, según el Gobierno de Corea del Norte, este país posee en la actualidad la capacidad para armar cuatro o cinco bombas nucleares. De esta forma el dictador Kim Jong II rompe el acuerdo con los Estados Unidos y renuncia a la desnuclearización, paso previo requerido por Washington y Tokio para la normalización de relaciones diplomáticas.

A pocos días de la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos, la diplomacia norteamericana se enfrenta a dos tareas inmediatas que pondrán a prueba la pericia y el liderazgo de la nueva administración: la gestión de la situación creada en los territorios árabes palestinos tras la derrota de Hamas y la respuesta al enésimo desafío lanzado por Corea del Norte. Ambos casos, que evidencian el fracaso del apaciguamiento a la hora de ofrecer soluciones a las amenazas a la paz y la seguridad, requieren una respuesta clara que evite el envalentonamiento de los regímenes políticos que basan su permanencia en el poder en el chantaje y la amenaza.

No faltan quienes en los últimos días han aconsejado al presidente electo Obama presionar a Israel para que haga nuevas concesiones a los árabes, de forma que el éxito de la operación anti-terrorista  sea compensado por una reducción del apoyo estadounidense al Gobierno de Tel Aviv. Sin embargo, nada sería peor para la estabilidad de Oriente Medio que una nueva situación de tablas que permita el rearme de los terroristas mientras Israel es conminada a la impotencia y la inseguridad. Más que protagonizar algún inútil gesto de cara a una galería, Barack Obama y su secretaria de Estado deben exigir a Europa que sus tropas desplegadas en el Líbano tomen las medidas necesarias para impedir que Hezbolá protagonice una nueva agresión contra Israel, esta vez desde el norte.

De igual forma, la provocación gratuita del Gobierno de Corea del Norte pasa necesariamente por una reafirmación del compromiso de los Estados Unidos con la seguridad y la integridad territorial de Corea del Sur. Por otra parte, la nueva administración debe exigir a China el fin de la complacencia con la dictadura norcoreana y al mismo tiempo garantizar a Japón los medios que aseguren su capacidad de respuesta ante cualquier ataque.

No es descartable que en las próximas fechas algunos aprovechen la retórica conciliadora del nuevo presidente norteamericano para lanzar sus órdagos particulares a fin de sacar partido de un discurso ambiguo y no pocas veces confuso. A este respecto, cualquier signo de indecisión o tibieza será inmediatamente interpretado como un signo de debilidad de consecuencias impredecibles. El probable cese de hostilidades en Gaza no es sin un punto y seguido en el largo y arduo camino hacia la paz en Oriente Medio. El reto planteado por Corea del Norte abre un nuevo capítulo de incertidumbre que debe ser resuelto con decisión y firmeza. Con frecuencia un buen comienzo es la mitad del todo. A veces incluso más.

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