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EDITORIAL

¿Quién pagará los platos rotos en el PSOE de Madrid?

Ahora que toca rendir cuentas lo más probable es que sea Simancas quien pague todas las facturas; las suyas y las de su compañero de mítines y propaganda

Como no podía ser menos después del tremendo batacazo electoral que Rafael Simancas y Miguel Sebastián se han dado a dúo, las aguas bajan turbulentas en el siempre conflictivo Partido Socialista de Madrid. Los resultados cantan y ahora, en plena confusión y tras un fracaso tan estrepitoso, toca depurar responsabilidades y cortar las cabezas que sea menester. El problema que tienen es doble. Por un lado, levantarse después de un golpe semejante es difícil por el descrédito que arrastran los candidatos y del que se contagia el propio partido. Por otro, el PSOE madrileño ha sido tradicionalmente un nido de grillos donde, quizá por cercanía o quizá porque en la capital hay mucho poder en juego, la dirección socialista nacional mete cuanto puede el cazo jugando a placer con listas y candidaturas.

Así, de los dos candidatos que los socialistas presentaron a esta convocatoria electoral, uno es un paracaidista venido directo del Palacio de la Moncloa, y el otro un significado miembro del sector guerrista de la federación, un apparatchik en estado puro. Aunque nadie lo quisiese ver en los prolegómenos de la campaña, ninguno de los dos estaba preparado para presentarse ante las urnas con garantías de salir bien librado. Simancas ha contado por derrotas las veces que se ha presentado como cabeza de lista, y su único mérito real es ser un hombre de confianza del partido con una carrera sin tacha dentro de la organización. Sebastián, por su parte, viene de donde viene, y no sólo es un extraño para los madrileños, sino que sus propios compañeros de partido le ven como un aventurero llegado de otras latitudes.

Con estos mimbres lo normal era que la cosa no funcionase. Y más cuando uno generó toneladas de polémica por culpa de su pasado o de las necedades cometidas en la campaña, y el otro –que ya llevaba el marchamo de perdedor– se empeñó en un discurso totalmente alejado de la realidad, inflamado de obrerismo trasnochado y con demasiados secretos escondidos en el armario de alguno de sus tres chalés. Si a tanto despropósito le añadimos el factor Zapatero, es decir, la negociación con la ETA, el Estatuto y demás golosinas con las que el Gobierno nos ha obsequiado y que no han caído demasiado bien en la capital, el desastre estaba más que cantado.

Ahora que toca rendir cuentas lo más probable es que sea Simancas quien pague todas las facturas; las suyas y las de su compañero de mítines y propaganda. Sucederá esto porque, aunque el PSOE presuma de ser una organización federal y descentralizada, lo cierto es que todas las decisiones importantes se toman en Ferraz, en las oficinas centrales controladas hoy con mano férrea por José Blanco, lugarteniente de Zapatero en el partido desde que éste fue elegido como secretario general hace 7 años. Las iras, por lo tanto, no irán dirigidas contra el candidato del presidente, su vecino de despacho, el hombre que aterrizó en la federación madrileña hace unos pocos meses con una carta de recomendación de Moncloa en la mano y muchas ganas de hacerse notar.

Si el PSOE de Madrid quiere alguna vez recuperar el vuelo tendrá que empezar a reconstruirse desde abajo y con un proyecto que llame la atención de los exigentes y realistas votantes de Madrid, poco dados a las supercherías y muy atentos a la gestión. Por de pronto, los experimentos han costado a los socialistas madrileños permanecer cuatro legislaturas alejados del poder autonómico y veinte años fuera de la Alcaldía de la capital. Hacer del actual barco a la deriva un partido que gane elecciones no será tarea sencilla, y lo peor es que sus responsables aún no lo saben.

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