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EDITORIAL

Rajoy se equivoca

La situación es hoy mucho más complicada que al inicio de este 2017 y lo es porque Rajoy y los suyos han demostrado una enorme inoperancia política.

El presidente del Gobierno ha hecho este viernes el tradicional balance que ofrece año tras año tras el último Consejo de Ministros de diciembre. Como también va siendo tradicional, el análisis de Mariano Rajoy ha sido triunfalista, más que optimista: todo va bien en el mejor de los mundos, parece decirnos exceptuando pequeños ‘detalles’ como la crisis catalana y ‘tropiezos menores’ como el desastroso resultado del PP en las elecciones.

La realidad, por supuesto, es muy diferente: la situación de España es hoy mucho más complicada que al inicio de este 2017 y lo es porque Mariano Rajoy y los suyos –aquí merece una mención especial Soraya Sáenz de Santamaría- han demostrado una inoperancia política inaudita.

Tras no saber encauzar la situación en los meses precedentes, el propio Rajoy y su vicepresidenta nos prometieron repetidas veces que no habría referéndum el 1-O, que no habría urnas ni votantes en las calles. Y al final hubo urnas, votantes e incluso un resultado absolutamente fraudulento, por supuesto, pero que servía para mantener en marcha el desafío separatista a la legalidad.

Ni siquiera entonces el presidente o Sáenz de Santamaría estimaron que era necesario actuar y sólo tras el esperpento de preguntar a Puigdemont si había o no declarado la independencia -una independencia que habían firmado más de 70 diputados- se aplicó un 155 que, acto seguido, se desactivó con una convocatoria electoral inoportuna, equivocada y que ha supuesto desechar una oportunidad histórica de afrontar por fin el problema del separatismo.

Lo más preocupante es, probablemente, el distanciamiento de la realidad que sigue reflejando un presidente que no parece ser consciente que todo ha cambiado tras lo ocurrido en Cataluña y que, tal y como indican todas las encuestas, podemos estar ante un cambio del panorama político que acabe con un desplome generalizado del PP.

Todo parece indicar que el presidente del Gobierno ha decidido creer que no pasa nada y que confiar en su habitual inmovilismo -y en un equipo que es a todas luces incapaz de afrontar los retos pendientes- le servirá para afrontar con garantías el nuevo ciclo electoral que se abre en poco más de un año. No es así y negarlo sólo hará que el descalabro sea aún peor. Si algo nos han enseñado las últimas elecciones catalanas es que los suelos de los partidos han dejado de ser tan sólidos como pensábamos.

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