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EDITORIAL

Rajoy se evade de la realidad con los aplausos del PP

Los miembros del PP pueden desaprovechar la nueva oportunidad que la realidad les brinda de desahacerse del funesto liderazgo de Rajoy, pero nada más.

La intervención de Rajoy ante el Grupo Popular en el Senado viene a ratificar que el presidente del Gobierno en funciones ha perdido todo contacto con la realidad surgida de las elecciones generales celebradas el pasado 20 de diciembre. Aferrado al hecho, ciertamente indiscutible, de que el PP fue el partido más votado en esos comicios, Rajoy se ha dedicado a argumentar a favor de que este hecho le confiera por si sólo el derecho a presidir el próximo Gobierno y de lo funesto que sería para el país y para la democracia que no gobernara el partido más votado.

Para ello, Rajoy ha tenido que hacer absoluta omisión de un hecho no menos indiscutible, como es el de que en nuestro sistema parlamentario no gobierna necesariamente el partido más votado por los ciudadanos, sino el que más votos obtiene de sus representantes en el Congreso de los Diputados. Ser el partido más respaldado en las urnas sólo confiere el derecho a tener más escaños, y a veces ni eso. Sin salir de España, tenemos el caso de Cataluña, donde en dos ocasiones (1999 y 2003) el PSC ha sido el partido más votado pero no el más representado en la Cámara autonómica; y José Montilla fue presidente autonómico en 2006 sin que su partido fuera el más votado ni el más representado.

La realidad es que el actual presidente del PP no tiene la confianza suficiente del Congreso surgido de las elecciones del 20-D, y es muy dudoso que no la vaya a obtener el candidato socialista. La realidad es que no habrá nuevas elecciones salvo que Pedro Sánchez se presente a la sesión de su investidura con el único apoyo de Ciudadanos y que voten en contra el PP, Podemos y los separatistas. La realidad es que no hay una sola encuesta que pronostique que el PP podría gobernar con el único apoyo de Ciudadanos si se celebraran unas nuevas elecciones.

La realidad, por muy deprimente que sea, es que el PP no puede impedir que un socialista presida el futuro gobierno de España; sólo puede influir, en el mejor de los casos, con qué alianzas gobierna. La realidad es que Rajoy no ha dedicado una sola palabra a explicar por qué, llegado el caso, sería preferible votar junto a los antisistema en contra de un Gobierno PSOE-Ciudadanos antes que dar una oportunidad a un Gobierno constitucionalista de centroizquierda con el apoyo del PP o su simple abstención. Este es un escenario sólo posible –improbable, si se quiere–, pero que Rajoy no quiere contemplar de ninguna de las maneras, aunque sea inevitable para alcanzar su propósito de que se celebren unas nuevas elecciones,

La realidad puede ser injusta, deprimente, funesta, trágica, pero no deja de ser lo que es. Para cambiarla, primero hay que afrontarla. Los miembros del Partido Popular podrán desaprovechar la nueva oportunidad que la realidad les brinda de deshacerse de un liderazgo funesto, de regenerarse y de recuperar sus traicionadas señas de identidad; pero desde luego lo que no van a poder lograr es que sus aplausos apuntalen a Rajoy como presidente del Gobierno.

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