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EDITORIAL

Rajoy y Margallo van a hundir a Albiol

Aunque se postulen como solución al desafío secesionista, lo único que evidencian Margallo y Rajoy es que son parte del problema.

Por si Mariano Rajoy fuera poco lastre para Xavier García Albiol, José Manuel García-Margallo parece empeñado en terminar de hundir la carrera electoral del candidato del PP a la presidencia de la Generalidad: menos de una semana después de ofrecer a los separatistas una bochornosa reforma constitucional, destinada a "encajar el hecho catalán" (sic) en "la realidad hispánica"(sic), así como una no menos claudicante reforma del sistema de financiación, para entregar a las autonomías el 100% del IRPF y de los impuestos especiales, al infausto ministro de Exteriores no se le ha ocurrido nada mejor que aceptar la invitación del presidente de ERC y número cinco de la candidatura Juntos por el Sí, Oriol Junqueras, para debatir en la televisión de Godó las consecuencias de una declaración secesionista en Cataluña.

Se trata de un disparate mayúsculo. Margallo no sólo es uno de los políticos intelectualmente más torpes y claudicantes a la hora de rebatir el victimismo nacionalista; como ministro de Exteriores, es la persona menos indicada para tratar un asunto como la rebelión institucional que se está perpetrando en Cataluña.

Aunque fuese capaz de combatir las tesis nacionalistas gran lucidez y acierto, un ministro de Exteriores no puede participar en un debate de esas características. Si, para colmo, ese ministro es García-Margallo, se entiende que el asunto cause tanto malestar en su partido como regocijo en las filas separatistas.

Quien, como García-Margallo, considera que el problema secesionista hay que buscarlo en la Constitución y en su falta de reconocimiento del hecho catalán, así como en el sistema de financiación de las autonomías –las administraciones regionales mejor dotadas fiscalmente de toda la OCDE–, no es sino un perfecto tonto útil que sólo hace el juego a los liberticidas.

Con todo, habría que preguntarse si el que desentona en este PP desnortado es el pusilánime García-Margallo o, más bien, el desacomplejado y aguerrido García-Albiol. Porque, aunque se hable de "margalladas", lo cierto es que estos bochornosos intentos de contentar a los nacionalistas no son sólo cosa suya. Así, este mismo domingo Rajoy hacía una oferta de "diálogo" a los golpistas que no por inconcreta y vaga resulta menos vergonzosa. Y no hay que olvidar que no hace siquiera un año era el entonces recién nombrado ministro de Justicia, Alberto Catalá Polo, quien proponía una reforma de la Constitución para encajar la "singularidad catalana". ¿Y qué decir de la todavía más claudicante y vergonzosa propuesta que hiciera en enero del 2013 el ahora escandalizado PP catalán, consistente en un "pacto fiscal con Hacienda propia", muy similar al que Rajoy había rechazado poco antes, cuando todavía creía que el desafío secesionista no pasaría de simple algarabía?

Aunque se postulen como solución al desafío secesionista, lo único que evidencian Margallo y Rajoy es que son parte del problema.

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