Menú
EDITORIAL

Sarkozy, víctima de sí mismo

Ni Sarkozy era un mero mayordomo de Ángela Merkel ni Hollande está en disposición de abrir una brecha con Berlín. Las políticas de ajuste no son un capricho de la canciller alemana, ni Francia puede permitirse grandes dispendios

Se cumplieron los pronósticos y habrá cambio de inquilino en el Palacio del Elíseo. François Hollande será el octavo presidente electo de la V República francesa. Es el segundo socialista que llega a la jefatura del Estado y lo hace 17 años después de la marcha de François Miterrand. 

Nicolas Sarkozy es el segundo presidente después de Valéry Giscard d'Estaing en 1981 que no consigue ser reelegido para un segundo mandato. Aunque la diferencia haya sido menor de lo que apuntaban los sondeos, estamos ante un claro fracaso personal y político de Nicolas Sarkozy. En un gesto que le honra, el derrotado presidente ha tardado apenas unos minutos en dar la cara para asumir su responsabilidad y anunciar un inevitable abandono de la política.

A simple vista, podríamos decir que estamos ante otro gobernante europeo que ha sido engullido por la crisis. Pero por importantes que sean los problemas económicos, cuya influencia en los resultados es difícil calibrar, no pueden disculpar los errores de un Sarkozy, que hace solo cinco años ilusionó a toda una nación.  Hollande ha ganado más por el voto de castigo a su rival que por el entusiasmo, más que escaso, que despertaba entre el electorado francés. Sarkozy ha sido víctima de sí mismo. De las grandes expectativas que generó con sus promesas reformistas, que se quedaron a medio camino. Su sobreexposición mediática, especialmente desde su matrimonio con Carla Bruni, con una creciente confusión entre su vida pública y privada, que ha saturado a muchos franceses y le ha generado no pocas antipatías. El mismo encanto personal que lo llevó al Elíseo ha terminado por sepultar su carrera política.

Mucho se ha especulado sobre un cambio de rumbo en la política económica de la zona euro tras una victoria de François Hollande. Muchos han llegado a predecir el fin de las políticas de austeridad y una nueva era dorada del gasto público, eso que han venido en llamar políticas de estímulo. Ni Sarkozy era un mero mayordomo de Ángela Merkel ni Hollande está en disposición de abrir una brecha con Berlín. Las políticas de ajuste no son un capricho de la canciller alemana, ni Francia puede permitirse grandes dispendios, tras años incumpliendo los tratados europeos de déficit público y con los mercados muy pendientes de su deuda pública. La izquierda europea logra su primera gran victoria en muchos años, pero harían bien en reparar en quien ha sido el colaborador necesario para conseguirla: la extrema derecha de Le Pen.   

En Internacional

    0
    comentarios
    Acceda a los 4 comentarios guardados