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EDITORIAL

Sensatez frente a demagogia

Zapatero ha puesto en marcha el magnetófono con los consabidos eslóganes que siempre e inevitablemente se repiten en todos los debates, se hable de lo que se hable. A saber, Irak, Irak e Irak

La única sorpresa que ha dejado el debate sobre el estado de la Nación, el último de la legislatura, ha sido la brillantez y resolución de Mariano Rajoy en el estrado de oradores del Congreso. El resto era previsible. Un presidente a la defensiva, con demasiados frentes abiertos y acorralado por su propia incompetencia. El líder del PP no necesitaba más que ir poniendo el dedo en las muchas llagas que cubren la piel de un Ejecutivo totalmente desgastado.

Pero Rajoy, escarmentado por las jugarretas de debates anteriores, no se ha quedado ahí. Ha insistido una y otra vez, con un delicioso estilo digno del mejor parlamentarismo, en ver las actas de la negociación con la ETA. En este, que es el flanco más débil del Gobierno, Zapatero se ha quedado en blanco y ha puesto en marcha el magnetófono con  los consabidos eslóganes que siempre e inevitablemente se repiten en todos los debates, se hable de lo que se hable. A saber, Irak, Irak e Irak con guiños al Yak-42, al 11-M y al naufragio del Prestige.

En esta ocasión con tal de evitar referirse a la ETA o al Líbano, Zapatero se ha recreado en los clásicos que le acompañan desde que estaba en la oposición, y es que, por momentos, parecía que los papeles se habían invertido y era el presidente del Gobierno el que estaba controlando al líder de la oposición. Un absurdo que no tendría explicación en cualquier otro país pero que aquí es moneda de cambio habitual desde que los socialistas llegaron al poder. Zapatero y el grueso del PSOE siguen emperrados con latiguillos que, si bien funcionaron en el pasado, hoy a lo único que mueven es a risa o a hartazgo. No es casual que hasta Durán i Lleida, firme aliado del Gobierno, haya reprochado a Zapatero la obstinación con los mismos temas.

Lo cierto es que el Gobierno no puede presumir de mucho, de ahí que esté continuamente recurriendo a un pasado que a él se le antoja glorioso. En el campo económico los méritos son más del ciclo expansivo que aun arrastramos que de la política económica de Zapatero que, por lo demás, ha sido continuista en lo esencial. En lo demás la gestión socialista ha sido desastrosa. Dentro se ha abierto un debate territorial innecesario que lo único que ha creado es inestabilidad y problemas. Fuera se ha pasado de ser aliado preferente de los Estados Unidos a tutearse con dictaduras bananeras de medio pelo con la ya olvidada Alianza de Civilizaciones como excusa. Es lógico que el presidente no encuentre donde esconderse, y más cuando es sabido que es una calamidad parlamentaria.

No obstante, Rajoy debe dar más de sí, afinar sus críticas y mantener la cintura tan ligera como la que ha demostrado en este debate. El lujo que no puede permitirse es el de confiarse. Zapatero, a pesar de su nulidad manifiesta en el hemiciclo, es traicionero y no duda en recurrir al navajazo con tal de salir bien librado en los resúmenes televisivos, que es a fin de cuentas lo que llega a la opinión pública.

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