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EDITORIAL

Siete tiros a cuenta

ETA se pasea a cielo abierto, tiene las ametralladoras sobre la mesa y no piensa dejar de matar. ¿Qué más necesita un gobernante sensato y leal para ordenar aplastarlos?

La farsa de la paz no da más de sí. Tras la irrupción a tiros de tres encapuchados en un acto de exaltación del terrorismo en Guipúzcoa, todo lo que haga este Gobierno por mantenerse en tratos con ETA será cruzar el Rubicón que separa negociar de colaborar con una banda armada. Las salvas de artillería de los asesinos acaban de condenar el llamado "proceso de paz", alfa y omega del programa de José Luis Rodríguez Zapatero para volcar la Constitución e instaurar una dinastía socialista y republicana en lo que sobre de España después de echársela a las hienas. La paz de Zapatero acaban de freírla a tiros los mismos gudaris que le recibirán un día de estos en el zulo de la negociación. Su apología impune del terror, su chantaje histriónico, el éxtasis tribal que provocó su exhibición de poder y violencia, todo nos habla de una nación de rodillas y de un Gobierno felón, capaz de vender hasta su alma a cambio de perpetuarse.
 
La traca de este fin de semana no deja otra salida a un presidente digno de ese cargo que romper todo contacto e ir a por los terroristas con todo el peso de la Ley. La prioridad en estos momentos debería ser restaurar la unidad con el principal partido nacional. Que se reuniera el Pacto Antiterrorista, mejor hoy que mañana, y respondiese a los siete tiros al aire y las setecientas amenazas que los españoles han tenido que soportar desde el inicio de la falsa tregua, con sólo cuatro palabras fáciles de entender: "Vamos a por vosotros". Que el Fiscal General del Estado volviese a conjugarlas para pedir a los jueces: "Vamos a por ellos". Que la Policía y la Guardia Civil verificaran el único alto el fuego que hay que garantizar, el que empieza con los asesinos en la cárcel, sus armas confiscadas y los españoles libres y seguros. Ésta, y ninguna otra, debería ser la respuesta del Estado al comunicado leído a tiros por ETA.
 
Todo lo que no sea firmeza, será colaboración, tras reafirmarse la banda en que seguirá "empuñando las armas" hasta conseguir la independencia del País Vasco y Navarra. El Gobierno ya no está en condiciones de negociar nada con quien ha demostrado que no necesita zulos, porque tiene todas las calles para secuestrar el Estado de Derecho; y no necesita acuerdos, porque se sabe lo bastante fuerte como para imponer sus condiciones. ETA se pasea a cielo abierto, tiene las ametralladoras sobre la mesa y no piensa dejar de matar. ¿Qué más necesita un gobernante sensato y leal para ordenar aplastarlos? La desgracia de España es que ha ido a ponerse en manos de un insensato que, además, gobierna con una profunda deslealtad a su país.
No habrá firmeza ni unidad contra los asesinos, Batasuna-ETA se presentará cómo y cuando quiera en la sociedad y en las urnas, los presos irán saliendo a hurtadillas y el País Vasco y Navarra se entregarán cuando más plácida sea la siesta del pueblo soberano y lisérgico.
 
Zapatero no puede permitirse desobedecer los balazos de ETA, porque la arquitectura relativista de su poder, como una de esas inquietantes escaleras de Piranesi, se vendría abajo. Dos pesadas piedras le sostienen y, al mismo tiempo, son sostenidas por él: una tapa el agujero del 11-M y la otra tapa el zulo de ETA. Cuando el sanguinario Ignacio Bilbao amenazó al presidente del tribunal que le juzgó recientemente en la Audiencia Nacional con pegarle siete tiros, sólo estaba expidiendo una factura de sumisión a nombre de España. Los siete tiros de este fin de semana sólo son un pequeño pago a cuenta y corren por gentileza de Zapatero.

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