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EDITORIAL

Sigue la incertidumbre en las encuestas

Si Zapatero perdiera las elecciones del año que viene resultaría un hecho insólito, sólo explicable por su radicalismo y su incompetencia.

El CIS acaba de publicar el penúltimo barómetro antes de las elecciones y los resultados muestran una cercanía notable entre PP y PSOE, que a muchos ha podido resultar especialmente llamativa al ser aún menor (2,3%) que la ofrecida en el de abril, del 3%, recordando que las elecciones de mayo dieron el triunfo a los populares. No obstante, dado que el margen de error de la encuesta es del 2%, no puede considerarse significativa ese estrechamiento de la diferencia entre ambos partidos. Pero sí

Es un hecho conocido para los politólogos que los electores no suelen cambiar demasiado de opinión política tras una única legislatura, por lo que lo normal es que un gobernante revalide su mandato al menos una vez. En España, donde el voto es generalmente conservador, en el sentido de mantener en el poder a quien lo ocupa sea éste quien sea, con más razón. De ahí que resultara tan sorprendente tanto la victoria del PP en las elecciones municipales como lo ajustado de las encuestas durante toda la legislatura. Si Zapatero perdiera las elecciones del año que viene resultaría un hecho insólito, sólo explicable por su radicalismo y su incompetencia.

Bajando a datos más concretos, podemos ver que la confianza de los españoles en la economía sigue disminuyendo. Desde que está Zapatero en el poder son más los ciudadanos que creen que la situación es mala y sitúan entre los problemas que más le preocupan el paro, la vivienda o los de índole económica en general, y esto se ha acrecentado desde la última encuesta. Especialmente significativo resulta este dato al haberse hecho el trabajo de campo poco después de que el Gobierno anunciara ciertas medidas como la subida de las pensiones o el incremento del salario mínimo que deberían haber mejorado la percepción de los españoles sobre la situación de nuestra economía. Pero se ve que los ciudadanos, en lo que son las cosas de comer, no confía en los datos ni en las promesas y sí en lo que ve en su entorno diario.

En cualquier caso, es de destacar que el PSOE se mantiene por delante del PP debido a la confianza que recibe de antiguos votantes de extrema izquierda y de los nuevos votantes. Mientras, los populares –pese al mito tantas veces publicitado en los medios de que fomentan la crispación y son demasiado extremistas y deberían dar otra imagen más moderada, por ejemplo, no acudiendo a la manifestación de la AVT– reciben votos provenientes de personas desengañadas con el PSOE.

De todos modos, y como siempre, conviene no fijarse demasiado en la foto fija del CIS, que además seguramente estará trucada, como corresponde a la de un organismo cuya existencia resulta tan injustificable. Porque liberales y socialdemócratas podremos discutir sobre la conveniencia de que el Estado nos quite el dinero para muchas cosas, pero que lo haga para disponer de un servicio de encuestas es tan ilógico como que tenga una empresa de fabricación de yogures, como, por cierto, era el caso en las Islas Canarias hasta no hace demasiados años. El CIS es un arma política, y sus datos han de ponerse en cuarentena, al menos tanto como los publicados por los distintos medios de comunicación.

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