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EDITORIAL

Silencio ominoso ante el drama venezolano

España, la UE y la Organización de Estados Americanos deben decir basta y condenar en los más duros términos la salvaje represión del tirano Maduro.

El régimen que detenta el poder en Venezuela está perpetrando su enésima batida represiva contra los venezolanos hartos de padecer su yugo infame, que los condena al miedo y la miseria. De nuevo se trata de una batida salvaje, sangrienta, perpetrada por esbirros uniformados y sin uniformar pero todos a sueldo del Estado bolivariano, auténtico Estado canalla, que no se sujeta ni a sus propias normas.

Las imágenes que, pese a todas las presiones y censuras, consiguen transmitir al exterior los venezolanos que luchan por su libertad continuamente atropellada en la larga noche chavista-madurista son estremecedoras, denuncias implacables de una tiranía cleptocrática y liberticida que está devastando Venezuela, ante la indiferencia de buena parte del mundo occidental… y la complacencia de la izquierda más siniestra, a un lado y otro del Océano Atlántico.

En qué lugar están quedando los líderes izquierdistas que se venden como adalides o portavoces de los movimientos indignados españoles con su silencio ominoso ante la brutal represión chavista. En el que se merecen. No son dignos de ostentar representación pública alguna, menos aún de sacar provecho de las difíciles circunstancias que vive España. Qué decir de los que ni siquiera se preocupan de disimular y jalean a los matones del execrable Maduro, como los filoterroristas de Sortu. Tome buena nota todo el mundo, especialmente los que van por ahí anunciando el advenimiento de unos tiempos nuevos donde los lobos han decidido magnánimamente convivir con y no matar a las ovejas.

España, la UE y la Organización de Estados Americanos deben decir basta y condenar en los más duros términos la salvaje represión del tirano Maduro, y presionar a éste por todos los medios para que ponga fin no sólo a esta última batida sino a su liberticida y antidemocrática manera de gobernar. Ya está bien de mirar para otro lado y de dobles raseros, absolutamente escandalosos.

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