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EDITORIAL

Sin pudor

Este vergonzoso CGPJ es el resultado de la reforma de Alberto Ruiz Gallardón, que llegó al Ministerio de Justicia con promesas regeneracionistas y no ha hecho sino empeorar lo malo.

Quien pensara que con el nombramiento de un histórico del PSOE y una diputada en ejercicio de CiU se había llegado al no va a más de la escandalosa politización de la Justicia estaba, lamentablemente, muy equivocado: el PP se ha reservado para sí el muy dudoso mérito de hacer el peor nombramiento posible para el Consejo General Poder Judicial (CGPJ).

Nos referimos, por supuesto, al del presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, Fernando Grande Marlaska, el mismo que decidió con su voto dar comienzo a la mayor excarcelación de terroristas, asesinos y violadores de la democracia.

Obviamente, resulta imposible demostrar que este ascenso de Marlaska es el pago a sus recientes servicios en la Audiencia Nacional, realizados en un asunto de naturaleza tan política como delicada desde el punto de vista moral, pero cualquier ciudadano tendrá razones más que fundadas para sospecharlo, por no hablar de las víctimas del terrorismo, que venían denunciando los sorprendentes –o quizá no tanto– cambios de criterio del nuevo miembro del CGJP.

Pero, más allá de un pasteleo que no por menos demostrable deja de resultar evidente, la simple posibilidad de la sospecha debería haber disuadido a Rajoy y al Grupo Popular en el Congreso de tal designación, pues en democracia las instituciones deben quedar más allá de la sospecha. La mujer del César y los miembros del CGPJ deben ser y parecer intachables.

Un argumento que también puede aplicarse al propio Grande Marlaska, que ha quedado marcado para siempre por esta pantomima político-judicial a la que nunca debería haberse prestado. Si no quiere ver cómo todo su prestigio cae por la borda, debería renunciar inmediatamente.

Por otro lado, el PP cae con este nombramiento en una contradicción que revela sus propias mentiras: si realmente los populares estuviesen –como dicen una y otra vez– en contra de que lo peor de ETA y los más abyectos criminales salgan de las prisiones sin haber cumplido íntegramente sus condenas, lo último que haría sería aupar al gobierno de los jueces a un magistrado que ha sido decisivo en el triunfo de la tesis contraria.

Finalmente, ha de recordarse que este vergonzoso CGPJ es el resultado de la reforma de Alberto Ruiz Gallardón, que llegó al Ministerio de Justicia con promesas regeneracionistas y no ha hecho sino empeorar lo malo. Quien ya puede aspirar a ser uno de los peores ministros de Justicia de la democracia es el ejecutor de uno de los más viles incumplimientos electorales del PP: imposible de justificar por ninguna herencia recibida, además, y que él mismo intentó explicar como necesario para llegar a un acuerdo con el PSOE; acuerdo que, al final, tampoco fue capaz de alcanzar.

Lo único bueno de este lamentable episodio es que, si alguien tenía dudas de que una casta se reparte el poder y sus prebendas como si fueran un pastel, Rajoy, Rubalcaba, Gallardón y Grande Marlaska ya le habrán demostrado, sin el menor asomo de pudor, el funcionamiento real del sistema.

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