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EDITORIAL

Snowden, Garzón, héroes, villanos

Este asunto tan turbio viene que ni pintado a aquellos que no dejan pasar la menor ocasión para socavar las democracias liberales. Conviene tenerlo bien presente, para no convertir en héroes a auténticos villanos.

"Tengo la intención de pedir asilo a cualquier país que crea en la libertad de expresión y se oponga a que la privacidad global sea la víctima", declaró en días pasados el exasesor de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) norteamericana Edward Snowden. Antes, pues, de que, este fin de semana, viajara a la Rusia de Vladímir Putin, donde los periodistas críticos con el poder son asesinados (Anna Politkóvskaya), con rumbo al Ecuador del energuménico Rafael Correa, de donde los periodistas críticos tienen que huir (Emilio Palacio). No se descarta que Snowden acabe en otros dos infiernos para la libertad de expresión: la Cuba de los hermanos Castro y la Venezuela bolivariana de los hermanos Castro y su lacayo Maduro. Este guión no parece, ciertamente, escrito por un conspicuo libertario admirador del excongresista republicano Ron Paul, como por lo visto es Snowden.

Para que no faltara nada en este guiso estupefaciente, Baltasar Garzón, juez que dejó de serlo por perpetrar un delito de prevaricación, ha proclamado, a través de Wikileaks, la web de su cliente Julian Assange, que está dispuesto defender al exempleado de la CIA. "Lo que se está haciendo a Edward Snowden y a Julian Assange supone un ataque contra las personas", ha dicho sin vergüenza el sujeto que siendo juez ordenó escuchas ilegales de unas conversaciones entre unos abogados y sus defendidos, escandalosa violación de los derechos más elementales de sus víctimas que le supuso la expulsión de la carrera judicial.

Este asunto tan turbio viene que ni pintado a sujetos de la catadura del jienense, consejero áulico de otro enemigo jurado de la libertad de prensa, Cristina Fernández de Kirchner, y a todos aquellos que no dejan pasar la menor ocasión para socavar las democracias liberales que rigen en Occidente. Conviene tenerlo bien presente a la hora de hacer todas las críticas que sea menester, a fin de no fungir de tontos útiles de los liberticidas ni convertir en héroes a auténticos villanos.

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