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EDITORIAL

Susana Díaz y la vergüenza

La presidenta andaluza volvió a demostrar este domingo que es una demagoga de muy baja categoría y una verdadera nulidad intelectual.

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, abogó este domingo en Cataluña por revisar la Constitución "para que todos nos sintamos a gusto" y afirmó que el PSOE se sitúa en el justo medio, equidistante de los "separatistas" y los "separadores". Por otro lado, lanzó una serie de andanadas contra el Gobierno de Mariano Rajoy haciendo especial hincapié en la ley del aborto que planea el equipo del ministro Gallardón; ley que, según dijo, es "una vergüenza para España".

Lo que es una vergüenza para España es tener mandatarios como Susana Díaz, una auténtica nadería que ha llegado a lo más alto subiendo la escalera del servilismo al ritmo que le han impuesto sus amos, grandes culpables del calamitoso estado en que se encuentra Andalucía, la tierra del paro estupefaciente, el clientelismo ominoso y la corrupción más infecta, cebada en los casos más sangrantes con fondos destinados a ayudar a sectores de la población harto vulnerables, como, precisamente, los incontables parados. Susana Díaz siempre estuvo ahí, por más que ahora pretendan venderla a los andaluces y al resto de España como una joven promesa que trae la regeneración debajo del brazo. Siempre estuvo ahí y no hizo nada. Nada bueno, conviene insistir. Tampoco parece estar ahora por la labor de hacer limpieza. Pero, claro, ¿cómo podría hacerla sin barrerse ella?

Andalucía está en un estado lamentable, pero eso qué le importa a Susana Díaz, la veterana neófita que apenas sabe qué sea ser presidenta de la Junta de Andalucía pero ya está pensando en dar el salto a la política nacional, de ahí que esté siempre viajando en lugar de atender a los terribles problemas de su comunidad. Y viajando, viajando evacúa discursos como el de este domingo en Cataluña, de todo punto sobrecogedor: Susana Díaz volvió a demostrar ahí que es una demagoga de muy baja categoría y una verdadera nulidad intelectual. Su argumentario sobre la cuestión catalana y sus denuestos contra el Gobierno de Mariano Rajoy son tan bastos, tan ramplones, tan campechanamente estólidos, que apenas hay manera de someterlos a crítica. Por vergüenza, precisamente.

El PSOE está viviendo horas bajísimas, de tremendo y muy merecido desprestigio; pero no debería confiarse, pues todo es susceptible de empeorar; especialmente cuando las esperanzas de cambio encarnan en un personaje como Susana Díaz, a cuyo lado hasta el nefasto José Luis Rodríguez Zapatero semeja un estadista.

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