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EDITORIAL

¿Teme Rajoy que su mente pueda jugarle una mala pasada?

A la vista de su renuencia a la hora de tomar decisiones o de debatir, da la impresión de que es Rajoy quien teme que su mente pueda jugarle una mala pasada.

Aún sin programa electoral, el Partido Popular acaba de presentar su campaña digital, uno de cuyos eslóganes dice: "Piensa sin prejuicios. Nunca sabes cuándo tu mente te puede jugar una mala pasada". Pues bien, vista la renuencia de Mariano Rajoy a tomar decisiones espinosas, o a conceder ruedas de prensa sin pantalla de plasma, o a dar la batalla de las ideas, o a participar en debates electorales, pareciera que quien teme que su mente pueda jugarle una mala pasada es el presidente del Gobierno.

Si ayer mismo criticábamos la indecisión del jefe del Ejecutivo en un asunto tan trascendental como es si España va a colaborar -y de qué forma- en la batalla internacional contra el Estado Islámico, hoy toca denunciar su espantada en el debate electoral a cuatro (PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos) que los canales de Atresmedia emitirán el 7 de diciembre. Resulta patético que a un debate entre los principales candidatos a la presidencia del Gobierno no asista el candidato del PP y, en su lugar, asista la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santa María.

Algunos excusaran la espantada de Rajoy como forma de evitar riesgos en unos momentos en que los sondeos soplan a favor del PP, o como forma de disipar la posibilidad de que el debate se convierta en un tres contra uno. Lo cierto, sin embargo, es que ningún sondeo es tan favorable al PP como para asegurar a Rajoy la presidencia o dispensarle de la necesidad de asumir riesgos. Por otro lado, es verdad que el representante del PP será el destinatario del mayor número de críticas, pero eso resultará inevitable, con independencia de quién ocupe la silla popular.

Resulta evidente que Rajoy, pese a sus buenos recursos dialécticos, se siente mucho más cómodo debatiendo únicamente con Pedro Sánchez –cosa que hará más adelante que teniéndolo que hacer también con Albert Rivera y Pablo Iglesias. Pero la realidad no se puede supeditar a la comodidad de nadie, menos aun a la de quien aspira a la reelección. Y la realidad es que los tiempos en que PP y PSOE se repartían la inmensa mayoría del electorado han concluido. Quien está dispuesto a presidir un Gobierno tiene que estar siempre dispuesto a asumir riesgos, sin que le atenace temor alguno a que su mente pueda jugarle una mala pasada.

Si desde el PP se desacredita a Rivera o a Iglesias porque detrás de ellos "no hay gestión ni experiencia", ¿qué mejor oportunidad tiene Rajoy para dejar en evidencia esas carencias que un debate en televisión? ¿Acaso cree que sus contrincantes no van a explotar su timorata negativa?

Por mucho que Rajoy quiera reducirlo todo a la gestión, y por muy acomodaticio que sea su carácter, lo cierto es que la democracia es una batalla de ideas, es un régimen de opinión pública en el que un candidato a gobernar, lejos de enclaustrarse como si de un opositor a registrador de la propiedad se tratara, debe ejercer su liderazgo a la hora de salir a la arena pública para vender y poner en valor su producto.

Nada más falso en política que el refrán que asegura que el buen paño en el arca se vende. El hecho de que Rajoy no se moleste en sacar a relucir el suyo no lo convierte en buena mercancía, ni siquiera por comparación con el de sus rivales.

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