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EDITORIAL

Tratar a Mas como se merece

Este sujeto no es un 'molt honorable' sino un impresentable, un contraejemplo que ha de ser excluido, marginado de la vida institucional.

Si el sonido de la final de Copa del pasado sábado fue la infecta pitada que perpetraron decenas de miles de energúmenos adictos al Athletic Club de Bilbao y al Fútbol Club Barcelona cuando se interpretó la Marcha Real, sin lugar a dudas la imagen fue la de Artur Mas sonriendo porque la jauría bramaba, mientras el Rey soportaba impávido la afrenta.

Su contenta barbarie define al personaje, uno de los peores enemigos de una Cataluña que no se le cae de la boca charlatana pero a la que está convirtiendo en un erial –político, económico, cívico– y a la que no deja de poner en ridículo, dentro y fuera de España. Artur Mas es exactamente lo que parece en esa foto infame. Y como tal hay que tratarlo.

Este sujeto que está socavando el Estado de Derecho e intoxicando intolerablemente la convivencia no es un molt honorable sino un impresentable, un contraejemplo que ha de ser excluido, marginado de la vida institucional. No es ya que Artur Mas no se merezca ser tratado como lo que de ninguna de las maneras es, una dignidad; es que ha de ponerse fin a la escandalosa impunidad de que disfruta y hacerle arrostrar las consecuencias de sus bochornosos desmanes.

Dejar hacer a este individuo, en la esperanza de que acabe sucumbiendo a su propia insensatez, no sólo es arriesgado, también y sobre todo es injusto y una afrenta a las instituciones, empezando por la que sin vergüenza encabeza.

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