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EDITORIAL

Trump, el populista contra las elites 'progres'en EEUU

Ha acertado a la hora de decir lo que el estadounidense de la llamada América profunda estaba deseando escuchar en boca de un líder político.

La retirada del senador Ted Cruz de la carrera por la nominación republicana convierte a Donald Trump en el candidato del partido en las elecciones presidenciales que tendrán lugar este próximo mes de noviembre. A falta de cumplir el trámite de la convención del mes de julio, Trump se ha convertido ya de hecho en el referente de las filas republicanas para competir contra Hillary Clinton en la carrera hacia la Casa Blanca. Donald Trump ha demostrado durante las primarias republicanas que es un candidato populista, al que no le importa arremeter con argumentos de trazo grueso contra algunos dogmas de la sociedad estadounidense. Ahora bien, el multimillonario republicano no es un elemento exógeno que se ha adueñado incomprensiblemente de una parte de la sociedad norteamericana, sino la respuesta de esa misma sociedad a la traición de las elites a los principios fundadores de la democracia estadounidense.

En esta carrera de las primarias de demócratas y republicanos ha quedado de manifiesto el divorcio de gran parte del pueblo estadounidense con sus referentes políticos e intelectuales. El desprecio de las élites de la Costa Este y California hacia el norteamericano medio -emprendedor, religioso y patriota- ha sido una constante en la historia reciente norteamericana, pero la crisis económica, agravada por medidas de discriminación positiva que son difíciles de entender por los que soportan la mayor carga del país, han abonado el terreno para el surgimiento de una figura populista como Trump, que ha acertado a la hora de decir lo que el estadounidense de la llamada América profunda estaba deseando escuchar en boca de un líder político.

Los dos mandatos de Barack Obama han sido determinantes para que parte del pueblo estadounidense muestre su predilección por un personaje como Trump. Obama, sin duda el peor presidente de la reciente historia de EEUU, ha hecho gala, sobre todo en este segundo mandato, de su preferencia por la rendición incondicional en todos los terrenos. Sus proyectos legislativos contrarios al sentido de la libertad e independencia que constituyen el ideal norteamericano y sus fracasos y humillaciones en política exterior, han hecho que gran parte de la población estadounidense vea con esperanza a un candidato que no tiene reparos a la hora de denunciar la deslealtad y la falta de valor del actual presidente.

Estados Unidos está abocado ahora a elegir entre el continuismo de las políticas de Obama, representado por Hillary Clinton, o un populista desnortado como Trump, que se ha aprovechado del rechazo del norteamericano medio a una clase política e intelectual que, hace ya mucho tiempo, abandonó su deber de liderar al país más poderoso de la Tierra con sujeción a los principios que lo convirtieron en la patria de la libertad.

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