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EDITORIAL

Un año de 'carmenismo'

La gestión de Carmena al frente del Ayuntamiento de la capital se ha caracterizado por la polémica, el sectarismo y, sobre todo, la ineficacia.

El primer año de Podemos en las instituciones se ha saldado con el "cambio" que rezaban sus calculados mensajes y eslóganes electorales, sí, pero a peor, ya que su balance a nivel presupuestario y económico ha sido, simplemente, mediocre. El partido de Pablo Iglesias y sus diferentes filiales se hicieron con el poder en importantes plazas tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015, convirtiendo a Madrid y Barcelona en dos de sus principales estandartes.

La gestión de Manuela Carmena al frente del Ayuntamiento de la capital se ha caracterizado por la polémica, el sectarismo y, sobre todo, la ineficacia. Pero, más allá del despreciable nepotismo y la aberrante demagogia que han protagonizado los concejales de Ahora Madrid, con la alcaldesa a la cabeza, lo trágico es que su mandato ya se ha materializado en una importante destrucción de riqueza y empleo, con el consiguiente daño al conjunto de los madrileños. El histórico aumento del gasto público tan sólo ha servido para despilfarrar el dinero de los contribuyentes con el perverso fin de ir construyendo, poco a poco, una amplia red clientelar, al más puro estilo andaluz, para comprar voluntades -y votos- de sectores y colectivos afines a cambio de algunas limosnas y otros tantos favores. Como consecuencia, el superávit que presentaban las cuentas municipales ya se ha esfumado, de modo que la reducción de su abultada deuda será misión imposible a partir de ahora. Además, esa mala gestión fiscal se traducirá en nuevas y aún más agresivas subidas de impuestos a corto y medio plazo.

Lo más grave, sin embargo, es que Ahora Madrid se ha afanado en frenar la fuerte actividad económica e inversora que venía registrando la capital en los últimos años mediante la imposición de todo tipo de trabas y dificultades a las empresas y a los empresarios, cuya adopción no solo resulta abiertamente arbitraria y capciosa, sino hasta dudosamente legal. Su urbanismo ideológico ha paralizado o, directamente, tumbado grandes proyectos inmobiliarios, como es el caso de la Operación Chamartín, Campamento, el Edificio España o la cooperativa de Cuatro Caminos, entre otros muchos planes de menor envergadura y relevancia mediática.

Un rechazo que, unido a las trabas administrativas y la creciente inseguridad jurídica que, hoy por hoy, sufre la ciudad, se ha traducido en un importante descenso de la inversión y, por tanto, en una menor capacidad para crecer y crear empleo. Prueba de ello es que en apenas un año la tasa de paro en la capital ha subido del 16,32% al 17,11%, mientras que el desempleo ha bajado un 1,37% en España y un 0,85% en la Comunidad de Madrid. De hecho, es la primera vez desde que existen registros que el paro municipal supera al autonómico. Ése y no otro es el triste resultado del gobierno del "cambio" que tanto se ha esmerado en vender la extrema izquierda.

El caso de Madrid no es único. La guerra abierta que ha declarado Ada Colau a la industria turística en Barcelona también se acabará notando en las cuentas y el bienestar general de la ciudad, mientras que en Navarra, donde radicales y separatistas gobiernan en coalición, la combinación de elevado gasto, impuestos e intervencionismo amenaza con hundir la región más rica de España en un tiempo récord. Así pues, el balance de este primer año de "cambio" no puede ser más desolador. Los que ayer prometían un futuro brillante para los más desfavorecidos tan sólo ofrecen hoy más paro, menor prosperidad y, por desgracia, nula esperanza de corrección.

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