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EDITORIAL

Un broche gris clausura la Convención

Que el nihilista Zapatero carezca de un proyecto para España no significa que no tenga un proyecto político clarísimo como es pactar y negociar "con quien sea" y "como sea" un frente anti PP.

Lejos de constituir un broche de oro, la intervención de Mariano Rajoy, con la que se ha clausurado la Convención Nacional del PP, no ha sido ni la más brillante de su carrera ni la que más entusiasmo ha despertado entre los asistentes. Por mucho que ponentes anteriores a él hayan tratado de desmitificar ciertos tópicos y sacudirse los complejos, lo cierto es que la intervención de Rajoy ha sido contenida, gris y burocrática; un discurso en el que, por una parte, ha faltado ilusión en la exposición de la alternativa de gobierno y, por otra, severidad en la crítica a la dramática e histórica situación por la que atraviesa nuestro país.

Aunque Aznar alertara del "proceso de destrucción" nacional que está suponiendo la alianza de ZP con los separatistas, aunque Acebes haya dicho que el "centrismo" no es incompatible con la implacable e infatigable labor de oposición; aunque Mayor Oreja haya denunciado el uso del "centrismo" como encubridor del "suicidio, la estupidez y la inmoralidad" que supondría que el PP colaborara con la falsa "política antiterrorista" de Zapatero; lo cierto es que Rajoy, más en la línea de la intervención de Gallardón, no ha establecido una jerarquía de los problemas que padece nuestro país, ni los ha acentuado de forma distinta.

Bien está que Rajoy señale los problemas reales de los ciudadanos que el gobierno de Zapatero está desatendiendo mientras se dedica a generar problemas nuevos, con tal de satisfacer las demandas minoritarias de sus aliados. Pero esos problemas nuevos son los que mayor gravedad tienen y los que más preocupan a los ciudadanos.

Equiparar y tratar con la misma displicencia la involución jurídico-política que está promoviendo el gobierno de ZP de la mano de los separatistas, con la falta de reflejos del Gobierno "ante los nuevos gigantes económicos que, como China o India, irrumpen con enorme fuerza en los mercados", no es síntoma de moderación, sino falta de sensatez y de apego a la realidad.

La "moderación" en la crítica sería pertinente y ponderada si al PP y al actual PSOE le separaran las lógicas divergencias que separan a los grandes partidos en el resto de democracias occidentales. Pero eso no forma parte de lo real. Lo que ocurre en nuestro país no es normal. En España hay un gobierno que basa sus apoyos parlamentarios en formaciones separatistas que abiertamente reivindican la destrucción de la nación española. En España hay un gobierno que ha ofrecido a una organización terrorista, no sólo la impunidad de sus presos sino de pactar con sus representantes la derogación de un Estatuto de autonomía. Y eso hay que acentuarlo y denunciarlo de forma distinta a como se critica la, por lo demás, lamentable "política energética" del gobierno.

Que el nihilista Zapatero carezca de un proyecto para España no significa que no tenga un proyecto político clarísimo como es pactar y negociar "con quien sea" y "como sea" un frente anti PP que imposibilite a este partido volver a gobernar. Reconocer la realidad tal y como es no siempre es tarea fácil para quien pueda sentirse más cómodo desdramatizando las cosas. Pero el objetivo no es la comodidad de la oposición, sino la denuncia de la gravedad de la situación a la que nos ha llevado este Gobierno. Una cosa es criticar el revisionismo histórico del gobierno del 14-M y otra, muy distinta, que en el PP no se atrevan a recordar cómo llegó ZP al poder. Rajoy no lo ha hecho, ni siquiera para tener presente con quien se las va tener que seguir viendo en el futuro.

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