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EDITORIAL

Un mal alcalde ascendido a ministro

Su última medida como alcalde ha consistido en convertir a los "Latin Kings" en una asociación cultural, después de haber firmado varias ordenanzas que criminalizaban a los mendigos, a los niños con patinete o a las prostitutas.

La incógnita se ha despejado y el resultado de la ecuación política sobre el Ministerio de Industria se ha revelado de lo más decepcionante. El elegido es el todavía alcalde de Barcelona, Joan Clos. En este Gobierno de cuotas, ocupa el lugar pactado con el PSC, lo que no deja de ser significativo. Recordemos que José Montilla ha puesto al Estado al servicio de los intereses políticos, que en su caso son también empresariales, favoreciendo, hasta despreciar un mínimo sentido de la vergüenza, la OPA lanzada por La Caixa, vía Gas Natural, sobre Endesa. Un movimiento que se entiende perfectamente dentro de la estrategia marcada por el Pacto del Tinell, que marca el programa del tripartito para la Generalidad, y que apunta a la creación de empresas catalanas en mercados estratégicos, como el energético. Y que se entiende aún mejor al saberse que la entidad financiera condonó una deuda al PSC de más de 6 millones de euros.

A medida que se desarrollan los acontecimientos, el empeño de Montilla se revela cada vez más inútil, pero no ha cejado en su favoritismo a costa de desprestigiar al Ministerio y a las instituciones reguladoras españolas, enfrentarse con la Unión Europea e intentar conspirar, en fin, contra el libre desarrollo del mercado en el que está el mejor interés de los ciudadanos españoles. Además del bajo politiqueo, su mera gestión ha sido francamente mala. No sólo no ha roto los grilletes con que trabaja el mercado eléctrico y energético español, sino que ha introducido algún otro que ha creado enfrentamiento y división entre las eléctricas. De la liberalización de las telecomunicaciones, nada se sabe. Y el modelo turístico español, pese a las circunstancias favorables, se agota. 

Su sucesor inspira los peores augurios. Se ha hundido en sus narices el barrio del Carmelo y su respuesta desde el primer momento ha sido nefasta, siempre atendiendo a los intereses políticos más que a los de sus ciudadanos. Ha pasado más de un año desde el hundimiento del túnel del metro que pasaba bajo las calles de Barcelona, que ha privado a más de mil vecinos de su vivienda, y los afectados siguen sin merecer la atención por parte del Consistorio. 

Quizá por ser la única que desde el primero y hasta el último día se ha acordado de los vecinos del Carmelo, Clos ha desarrollado toda su iniciativa política desde el Ayuntamiento de Barcelona en contra de la Cadena COPE. En un acto de sinceridad nacionalista y socialista, su grupo en el Consistorio, más los de ERC e ICV, votó en contra de una propuesta del PP a favor de la libertad de expresión. Ha apoyado a la Generalidad en su proyecto de dejar sin licencias a la emisora y ahora pasa a ocupar el Ministerio en el que tendrá que encargarse de la revisión de las licencias de radio. El espacio de libertad en Cataluña que representa la Cadena COPE está en serio peligro.

Clos es también el alcalde del Fórum de las Culturas, un evento cultural absolutamente espectacular en su fracaso y tremendo en su derroche. Su última medida ha consistido en convertir a los "Latin Kings" en una asociación cultural, después de haber firmado varias ordenanzas que criminalizaban a los mendigos, a los niños con patinete o a las prostitutas. Galardonado con una medalla de la SGAE por su labor al frente del Consistorio, es de temer que en su futura gestión al frente del sector de las Telecomunicaciones decida primar los intereses privados de esta organización frente a los de los internautas.

Con una inclinación morbosa por la propaganda municipal y un fiel partidismo demostrado en su actitud silente ante el caos creado por el Gobierno en el aeropuerto de El Prat, Joan Clos encarna lo peor de José Montilla, corregido y aumentado.

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