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EDITORIAL

Un manifiesto para la acción

UPyD y Ciudadanos son los únicos que están plantando cara al nacionalismo en Cataluña y llevando al terreno de la política las aspiraciones de este documento seminal.

Ningún español consciente de la necesidad de preservar la Constitución, la soberanía nacional, la libertad y la igualdad entre todos los ciudadanos puede hacer un solo reproche a la iniciativa Libres e Iguales, que ayer adquirió carta de naturaleza en las escalinatas del Congreso de los Diputados. El documento fundacional de esta plataforma apartidista, integrada por personalidades relevantes de los más diversos ámbitos profesionales y procedencias ideológicas, será sin duda una excelente herramienta para combatir en el terreno de la cultura, la educación y los medios informativos la ofensiva separatista desplegada por Artur Mas y los partidos nacionalistas que lo apoyan en Cataluña. Nunca estará de más contar la verdad de lo que acarrea el nacionalismo en todos los órdenes, e insistir especialmente en la denuncia de las mentiras con las que trata de justificar una operación política que busca, en primer lugar, destruir la Nación. Visto desde esa perspectiva, hay que saludar esta iniciativa y coadyuvar a que alcance sus metas.

Ahora bien, a tenor de la velocidad a la que se suceden los acontecimientos y la decisión de las fuerzas nacionalistas de llevar hasta el final su desafío separatista, parece evidente que el tiempo de la pedagogía hace mucho que acabó. Treinta y cuatro años atrás surgió una iniciativa similar en Cataluña con el famoso Manifiesto de los 2.300, en defensa de los derechos de los ciudadanos y en contra de la discriminación contra los castellanohablantes que ya entonces comenzaba a poner en práctica la Generalidad. En los albores del Estado Autonómico, cuando se fraguaba el traspaso de competencias tan esenciales como la educación, aquel documento adquirió todo su sentido posteriormente, por lo que tuvo de advertencia de lo que acabo sucediendo. Tres décadas y media después, todo ha ocurrido exactamente como temían esos 2.300 ciudadanos de Cataluña, sin que las fuerzas políticas nacionales hayan puesto coto a los desmanes separatistas, ignorados adrede para no perjudicar las posibilidades de PP y PSOE de alcanzar el poder en Madrid.

Tres décadas y media después, la situación ya no admite las componendas posibilistas que tradicionalmente han acordado unos y otros. Como dice el propio manifiesto de Libres e Iguales, es hora de pedir a "los partidos políticos que se identifican con los principios de libertad, igualdad, justicia y solidaridad" que "demuestren su compromiso con hechos". ni el PP ni, mucho menos, el PSOE parecen dispuestos acordar las medidas previstas en la Constitución para poner fin a la rebelión de las autoridades catalanas. La táctica de contemporizar, cuando no de alimentar los delirios separatistas, con el apoyo al derecho a decidir que promueve el PSC, no sólo no permite albergar esperanzas de que la intentona secesionista vaya a ser conjurada antes de que sea inevitable, sino que precisamente alimenta la impunidad de la que los nacionalistas vienen haciendo gala en los últimos tiempos, mientras obtienen más y más privilegios a costa del resto de España.

UPyD y Ciudadanos son los únicos que están plantando cara al nacionalismo en Cataluña y llevando al terreno de la política las aspiraciones de este documento seminal. La incapacidad de ambas formaciones para llegar a acuerdos que permitan dar cauce efectivo a esta iniciativa es un formidable problema. Ahora tienen la ocasión de hacer que, por una vez, un programa esencial en defensa de la libertad y los derechos de todos los catalanes se convierta en una iniciativa política capaz de concitar un gran apoyo electoral. Con que sirva de catalizador para ese acuerdo, el manifiesto de Libres e Iguales ya habrá valido la pena y prestado un gran servicio a la Nación.

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