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EDITORIAL

Un nuevo fracaso de la ONU en el Líbano

Los peores temores se están haciendo realidad, y todo apunta a que las fuerzas enviadas por la ONU están ejerciendo de poco más que de escudos humanos que impidan un ataque de Israel.

Podría haber sido razonable enviar una misión al Líbano con el objeto de desarmar a Hezbolá y hacer así posible una paz duradera entre Israel y el país de los cedros. Incluso cabría así aplaudir la aportación de las tropas españolas, pues sólo la desaparición del grupo terrorista y de sus patrocinadores –Siria e Irán– de la vida pública libanesa podría eventualmente devolver a la que fue llamada "la Suiza de Oriente Medio" al camino de la democracia y la prosperidad que abandonó Arafat mediante hace tres décadas.

Sin embargo, los peores temores se están haciendo realidad, y todo apunta a que las fuerzas enviadas por la ONU están ejerciendo de poco más que de escudos humanos que impidan un ataque de Israel. La FINUL no sólo no está impidiendo que Hezbolá reconstruya su infraestructura y se rearme, sino que encima se cree en el derecho de protestar porque el agredido en la guerra de este verano, Israel, haga lo poco que puede hacer en estos momentos, que es sobrevolar el Líbano para vigilar el tráfico de armas.

En este momento, la única esperanza de paz en esa frontera es que el Gobierno de Fouad Sinora tomara la iniciativa de desarmar a los terroristas de Hezbolá y ocupar la zona sur del país. Es posible que una clara opción en este sentido de los líderes del Líbano llevara a las fuerzas de la FINUL a ser útiles por una vez. Desgraciadamente, no hay señales que apunten a la posibilidad de que se adopte esa solución, de modo que sólo se puede pedir a las tropas de la ONU que se retiren. Especialmente a las españolas. Cuánto más tarden, más grave será el nuevo e inevitable conflicto entre Israel y Hezbolá.

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