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EDITORIAL

Un peligroso ignorante en Washington

Al final, el discurso de Zapatero en el mal llamado Bretton Woods del siglo XXI se limitará a exigir mayor poder y discrecionalidad para los distintos Gobiernos con el objetivo de controlar (aun más) la economía.

A los españoles no nos saldrá precisamente barata la presencia, por primera vez en cuatro años, de Zapatero en la Casa Blanca. Pero la mayor mordida no vendrá, pese a lo que pueda pensarse, del gravísimo cheque en blanco que ha extendido Zapatero a Sarkozy, sino de las nefastas consecuencias que para nuestra libertad y prosperidad tendría un eventual triunfo en la Cumbre de Washington de las tesis socialistas e intervencionistas que, entre otros dirigentes, defiende Zapatero.

Un mal diagnóstico sobre la causas de la presente crisis podría llevar a los políticos demagogos del G-20 a encorsetar a la economía internacional. Al fin y al cabo, si se acusa injustamente al libre mercado de originar la depresión, cada gobernante podrá presentarse ante su electorado como una víctima más de la "anarquía productiva" del capitalismo y como un preparado estadista dispuesto a reinventar las bases del mercado.

En esto, nuestro presidente del Gobierno ha sido todo un experto. Antes de la campaña electoral se empecinó en negar la simple existencia de problemas y cuando el bulto de los parados era demasiado grande como para ocultarlo, viró de estrategia y acusó directamente a los neoconservadores (metiendo en el mismo saco a Reagan, Thatcher, Bush y, cómo no, Aznar) y al capitalismo salvaje (olvidando que lo realmente "salvaje" durante la génesis de esta crisis fue el intervencionismo financiero de los Gobiernos y bancos centrales) de habernos abocado al abismo.

Sin embargo, los datos dejan poco espacio para las dudas. Es cierto que estamos ante una crisis internacional de la que España no puede escaparse, pero no es menos cierto que nuestro país la está sufriendo con especial virulencia, debido en buena medida a la incompetencia del Ejecutivo en la confección de unos irreales presupuestos y al bloqueo de una imprescindible reforma laboral para amortiguar los efectos de la recesión.

Entre otras ocurrencias, Zapatero acude a Washington con los deseos de exportar el modelo español de transparencia en las relaciones entre el Gobierno y la banca. Todo ello pese a la absoluta opacidad y falsedades que han girado en torno al Plan Solbes por el que se pretendía inyectar 50.000 millones de euros a los bancos. Recordemos que la finalidad de este plan era, según se nos dijo, proporcionar liquidez a estas entidades financieras para que volvieran a extender el crédito a familias y pymes y no, como cabía sospechar, recapitalizar a la banca a costa del contribuyente.

Pues bien, el jueves el ministro de Economía presentó un nuevo plan destinado a prestar alrededor de 30.000 millones de euros a las pymes, reconociendo implícitamente que el primer Plan Solbes nunca tuvo como objetivo ayudar a familias y empresas sino rescatar a los bancos. Este debe ser el modelo de "enjuagues transparentes" que pretende convertir nuestro presidente del Gobierno en la piedra angular de la supervisión internacional. Resulta como poco chocante que los mismos políticos que acusan a los banqueros de haber engañado a sus clientes y de no proporcionarles información adecuada sobre los productos que les vendían, sean los primeros en mentir y ocultar todos los datos que les sean posibles sobre su gestión.

Al final, el discurso de Zapatero en el mal llamado Bretton Woods del siglo XXI se limitará a exigir mayor poder y discrecionalidad para los distintos Gobiernos con el objetivo de controlar (aun más) la economía. Una receta perfecta para el suicidio que olvida las penurias por las que atravesó, por ejemplo, la sociedad española durante las décadas en que se aplicó.

El único consuelo y esperanza que nos queda es que la irrelevancia internacional nuestro presidente desmerezca todas y cada una de sus propuestas. Pero, por desgracia, en un cónclave donde se reunen los peores regímenes del mundo (el comunismo chino, el estatismo mafioso ruso, el peronismo argentino y el populismo brasileño), Zapatero sí tendrá, en parte, una fiel y atenta audiencia.

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