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EDITORIAL

Un socavón de corrupción y negligencia

La reforma del Estatuto catalán, no es ya sólo el previsible desafío a la legalidad constitucional de España, sino también una forma muy “consensuada” de tapar los socavones de corrupción y negligencia en Cataluña

No hacía falta que Pujol saliera a la palestra y hablando en castellano para que todos sepamos que si Maragall sacó a relucir el asunto de las comisiones del 3% en la larga etapa de gobierno de CiU, fue para querer desviar la atención de la gravísima negligencia de su gobierno en la gestión –y en la gestación- de la crisis del Carmelo.
 
Lo que “daña la credibilidad de la Generalitat” o lo que produce el “descrédito de la clase política catalana” no es, sin embargo, que se denuncie la corrupción, sino que se haga de forma tan breve como ha hecho Maragall en sede parlamentaria, para inmediatamente volver a someterla a la ley del silencio a cambio de que CiU apoye la reforma del estatuto liderada por el actual presidente catalán. Lo que es una vergüenza es que, tras ese bochornoso espectáculo registrado con luz y taquígrafos, no se detecte voluntad política de llegar al fondo de la corrupción de unos y la clamorosa negligencia de otros. Y eso es, precisamente, lo que trata de evitar Pujol cuando advierte a su sucesor al frente de la Generalidad de que hay que "evitar que el debate político se lleve a extremos sectarios y peligrosos".
 
Lo que “daña la imagen de Cataluña” no es lo que Pujol denuncia, sino lo que recomienda, que no es otra cosa que los protagonistas del espectáculo “reconduzcan” la situación para que el silencio de unos siga basándose en el silencio de otros. ¿En eso consiste el mítico seny catalán?
 
No se crean, que los protagonistas del entuerto ya se han puesto manos a la obra. Aunque Mas –como Pujol– no tengan más remedio que prolongar un poco más su imagen de doncella herida, lo cierto es que los convergentes ya han bajado el tono de la crítica a lo socialistas por el escándalo del Carmelo. ¿Qué credibilidad, por otra parte, hay que dar a sus tardías querellas contra Maragall si no van acompañadas de una petición de dimisión contra quien, en razón de su cargo, no puede ser enjuiciado? Conviene insistir, por otra parte, que la reacción inicial de Artur Mas fue la de someter la honorabilidad de su partido a un mercadeo político a propósito del estatuto. Poco tardará en llegar –y si no, al tiempo– ese apaño que hará de la reforma del Estatuto catalán, no ya sólo el previsible desafío a la legalidad Constitucional, sino también una forma muy “consensuada” de tapar los socavones de corrupción y negligencia en Cataluña.
 
Con ese propósito ya se ha pronunciado Carod Rovira quien, mostrando tan poco interés en el asunto de las comisiones como en los perjuicios de los vecinos del Carmelo, ha instado a convergentes y socialistas a pasar página y no poner en peligro este bochornoso statu quo en el que ERC participa, tanto en el tripartito municipal como autonómico, por no hablar del nacional.
 
¿Y qué decir del PSC y del ministro Montilla? ¿Cómo se puede tener la desfachatez de hacernos creer ahora que Maragall “no formuló ninguna acusación” contra CiU? Pero, ¿cómo se puede mentir de forma tan descarada? ¿A qué se refería, entonces, Maragall con lo del 3%? ¿A lo que había engordado Mas desde que está al frente de CiU? Mienten más que hablan, ya sea en castellano, ya sea en catalán.

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